Si hay un lugar en el Oriente de Asturias que fue transformado por los indianos llenándolo de villas y palacetes, repletos de poderosas torres, monumentales fachadas, cúpulas de ensueño y exóticos y exuberantes jardines con sus indispensables palmeras, magnolias y buganvilias, fue Colombres.
Y entre aquellos emigrantes de la capital de Ribadedeva destaca la familia Sánchez Escalante que, formada por 7 hermanos, hijos de Rafael Sánchez del mismo Colombres y Teresa Escalante de Noriega, al amparo de amigos se fueron a la Habana. Terminaron por ubicarse en Santiago de Cuba y se dedicaron a la importación de telas bajo el nombre comercial de “La Fortuna”.
Y haciendo honor al nombre de su negocio, volvieron enriquecidos y levantaron 5 mansiones.
Así, el mayor, Víctor, reformó la casa y cuadra de sus padres, convirtiéndolas en dos edificios pareados, llamando al principal la Mansión del Abuelo; Ana María construyó la Casa de Piedra, en la actualidad Casa de Cultura Municipal y Biblioteca, y Francisco alzó “Villa Ignacia”; Perfecta promovió “Las Palmeras” y Eduardo edificó la que se conoce como “la Casa Roja”, si bien su nombre era “Villa Teresa”, en honor a la esposa, que era sobrina suya, hija de su hermana Ana María.
Y de todas las de Colombres, orillando la quinta de Guadalupe, el extraordinario palacete azul que, en sus pisos de arquería de madera policromada de estilo árabe en torno a un gran patio, acoge desde 1987 el Archivo de Indianos, el cual merece capitulo aparte, mi favorita es La Casa Roja.
Alzada en el barrio El Redondo, con vistas a la sierra del Cuera, los Picos de Europa y a las vegas que va formando el rio Deva, y bajo la dirección del maestro de obras local Manuel Posada Noriega, mezcla estilos, clásico, barroco, colonial y rústico logrando una mansión original, equilibrada, elegante y romántica.
Quizá ese aspecto soñador y novelero, al que contribuye su color rojo y blanco, aunque hay quien dice que al principio estaba pintada en tonos crema, sus torres, una cuadrada y la otra redonda, la verticalidad de sus puertas y ventanas, la fantasía de su verja y sus exquisitos detalles, la convirtieron en el escenario de la seria de televisión “La Señora”, que narraba una complicada historia de amor con el telón de fondo de la vida de una familia que había hecho fortuna con minas y tabaco.
Frente a la Casa Roja, o a cualquier otra de esas mansiones, llamadas coloquialmente indianas, incluso las que han corrido peor suerte y esperan a que alguien les devuelva su esplendor, me viene a la cabeza aquellas gentes que, huyendo de un bajo nivel de vida o del servicio militar obligatorio en las campañas de Marruecos, se fueron “a hacer las américas”, pero que tras enriquecerse no olvidaron sus raíces, y además de construir sus casas, todo un alarde de poder y riqueza, mejoraron sus pueblos natales trayendo las aguas, fundando escuelas, financiando carreteras, reparando Iglesias, en suma atendiendo las necesidades de sus parientes y vecinos.
Imagen, Valentín Orejas
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