Abrazados por el mar y con el encanto único de los lugares de antaño
RUTA MARINERA DE LA PRINCESA
Llanes, enamora a propios y extraños
con sus entrañables calles y su amplio
puerto que parece haberse
detenido en el tiempo.
De la mano de la princesa Leonor de Austria recorreremos el Llanes de 1517. Apúntate!! y navega por Llanes de una manera singularmente marinera.
LLANES AÑO 1517
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Es imprescindible para hacer esta Ruta Marinera, que nos traslademos no solamente en el espacio sino también en el tiempo, remontándonos al Llanes del siglo XVI, a un día despejado de viento sur, exactamente al 26 de septiembre de 1517.
Sabemos, gracias a un cronista muy especial, Laurent Vital, que en aquella fecha una princesa llegó a la villa de Llanes, tras un accidentado y peligroso viaje por mar, en el que vientos contrarios desviaron el rumbo de la escuadra real, que había partido de Hiddelburgo 19 días antes, alejándola de Santander, que era su destino, y otro trayecto no menos expuesto por tierra.
Curiosamente, la princesa se llamaba Leonor. Contaba por entonces con 18 años, era la primogénita de Felipe “el hermoso” y Juana “la loca” y acompañaba a su hermano Carlos de Gante, futuro rey de España y emperador de Alemania, que viajaba por primera vez a España para hacerse cargo del reino, una vez que su abuelo, Fernando el Católico, había fallecido, y su madre recluida en Tordesillas.
Al parecer, se había decidido incluir a la princesa Leonor de Austria, que después se convertiría en reina de Portugal y de Francia, en aquel periplo con la intención de que olvidara sus amores con Federico II, conde Palatino del Rhin, con quien hasta se temió que se hubiera casado en secreto.
Tenemos constancia de que al entrar en Llanes, la comitiva fue recibida gozosa y honrosamente por las buenas gentes de la villa, que fueron al encuentro en procesión, previo engalanamiento de sus casas con follajes verdes y ramos y alfombrado del pavimento con flores. Y, así, el Sr. Vital recoge:“que si mejor lo hubiesen podido, con más gusto lo hubiesen hecho”
También, sabemos que en cuanto el rey, la princesa y su cortejo de señores flamencos tomaron posesión de su alojamiento en la casa de Juan Pariente en la calle Real (Mayor), los señores de la villa fueron a hacer la reverencia. Pero seguramente la princesa, en la que destacaban la curiosidad y cultura, preferiría, mientras tenía lugar el besamanos, recorrer aquella villa marinera, todavía recuperándose de un gran incendio, situada a un tiro de ballesta de la mar, encerrada entre murallas y cuyo pilar fundamental, juntamente con el Ayuntamiento y Regimiento y la Iglesia, era la Cofradía de Mareantes del Sr. San Nicolás, a quien sus abuelos maternos, Los Reyes Católicos, habían aprobado Ordenanzas.
LEER TEXTO | LA PLAZA DE SANTA ANA
La princesa Leonor, seguida por dos de sus damas más dispuestas y discretas, atravesaría la calle Real, de barro glutinoso, y esquivando los borricos con los cuévanos llenos de quesos, frutas, verduras y mantecas cubiertas con hojas de castaño, se encontraría a la derecha con el Palacio de San Nicolás, de aspecto severo y bien fortificado, y cuyos muros estaban cubiertos de hiedra y en los que campeaban las distintas ballesteras del frontón. Pegada al mismo, se toparía con la muralla de Llanes por ese viento, cuya puerta, llamada también de San Nicolás, se la franquearía el Mayordomo de la Cofradía de Mareantes, cuya llave ostentaba aquel Patrón Mayor de hace más de 500 años.
Así, contemplaría la capilla de San Nicolás, patrono de las gentes de la mar, con sus leves y delicadas aristas de piedra que sostienen la techumbre, de la cual penden pequeñas embarcaciones empavesadas, y su contrafuerte que juega a ser ábside; y unida a ella la sede de la Cofradía, el Cabildo con su portalón enlosado, y arriba salón con corredor abierto sobre columnas de madera.
LEER TEXTO | EL FUERTE
Todavía, antes de que anocheciera aquel sábado de septiembre, le daría tiempo a la princesa Leonor y a su séquito, al que se había incorporado el Mayordomo de la Cofradía, a acercarse al Fuerte, La Casa del Rey, aún sin armar, ya que lo pertrecharía, con cinco piezas de artillería, bastiones y cestones, su sobrino, el rey Felipe II, hijo de su hermano el emperador.
Desde allí, se percataría de la cercanía de la mar y del batir incesante de las olas, las cuales saltan más altas que las lanzas.
Sin duda, le hablarían del peligro de los barcos al entrar y salir a causa de las rocas que, a no ser en bajamar, apenas se ven.
No faltarían un sinfín de historias de intentonas de piratas y corsarios que las gentes de la villa venían rechazando.
LEER TEXTO | LA BASÍLICA
A la mañana siguiente, que era domingo, el rey, la princesa y su cortejo de señores flamencos, a la cabeza de los cuales figuraba el Sr. de Chévres, que ejercía entonces sobre Carlos la mayor influencia, fueron a oír misa en la Iglesia, en cuyo alrededor había encinas y en las inmediaciones no existían viviendas, pero sí hórreos. Y que por entonces se encontraba en obras, para las cuales el futuro Emperador contribuiría con una espléndida cantidad.
Seguramente, Laurent Vital, en su función de cronista, les informaría que, paseando el día anterior con gentes del rey, un ayuda de cámara y un ujier de armas, vino a hablarles un hombre de oficio tallista, que tenía a su mujer y su hogar en Burgos, y que estaba tallando un nuevo altar en la iglesia.
LEER TEXTO |MIRADOR DE SAN PEDRO
Después de la misa, la princesa, incorporando a su séquito al alcalde de la lumbre de la Cofradía de Mareantes, dirigiría sus pasos, a través de un sendero que partía de la playa de los Estacones (Sablón), a un montículo pedregoso, en el cual se había alzado por los marineros una ermita en honor de San Pedro, el cual daba nombre a la loma.
Allí, se impresionaría de las incomparables vistas al mar y a la villa, que con sus solares infanzones, sus casas de vecindad con su pontonaje, viguería de madera y huesos de cetáceo entre el mortero, su torre, sus puertas, su montaña y su río, le parecería un nacimiento. Y no dejaría de subir a un castillete, lugar desde el cual se avistaban los cetáceos, y podría imaginar, ya que no era época de caza de los mismos, el despiece y subasta en la cercana playa. Y columbraría la Casa de Ballenas, con acceso al arenal, donde se guardaban los armazones y las calderas y se fundía la grasa y se elaboraba la carne en salmuera.
LEER TEXTO | EL PUENTE
Y por la tarde, aprovechando de que en honor a su hermano Carlos se celebraba una corrida de toros, Leonor, dejando atrás el mercado de puestos al aire libre y mujeres con sayas remendadas, se acercaría al puente, el cual hacía muy poco tiempo que había sido construido, por lo que ya no era necesario coger una barca para ir de una a otra orilla de la ría.
Y muy cerca del puente, “la Casa de las Sirenas”, con dos de ellas cinceladas en una ventana. Donde escucharía, de la boca del alcalde de mar de la Cofradía, historias como la de aquel pescador que nadaba como un lucio y se mantenía bajo el agua sin ahogarse, pues según la leyenda era hijo de una sirena y un hombre.
LEER TEXTO | SAN ANTÓN
Tras divisar, en la otra orilla de la ría, una pequeña capilla, Leonor solicitaría visitarla. Se trataba de una ermita bajo la advocación de San Antón, abad, al que los marineros añadieron el apodo de “el de la mar”. Y tras llegar a ella, sorteando rimeros de estiércol, hacinas de heno y piaras porcinas, le contarían que en ella se depositó la imagen de la Virgen de Guía cuando fue hallada en la mar. Se interesaría por dicha imagen y le informarían de que la misma se aparecía una y otra vez en un cerro sobre la villa, por lo que el año anterior, 1516, se le construyó en aquel alto una ermita de teja y madera.
PUNTO 7 | EL PUERTO
Como colofón de esta Ruta Marinera de la Princesa, ya atardeciendo, y con el tiempo justo para llegar a Vísperas, Leonor recorrería, con un olor sainiento de ballena y con nasas por doquier, el puerto, cuyas únicas obras de fábrica eran el puente y el muelle que partiendo de “el Campu del gatu” separaba el río de la playa del Sablín, y quizá también el muelle de Santiago. Y al ver los barcos, se sorprendería de la valentía y temple de alma de aquellos marineros llaniscos capaces, desde aquellos cascarones, de cazar voluminosos cetáceos. Además, comprobaría como el puerto se adentra en la ría convirtiéndose en una calle más.
MAPA ONLINE DEL RECORRIDO
Clicando en cada punto numerado se desplaza, a la derecha del mapa, la explicación del lugar y pinchando en la flechina (al lado del título) nos enlaza a cómo llegar. Así nos podemos dirigir de un lugar a otro, siguiendo la numeración y con las instrucciones de Google.
Los puntos pequeños corresponden a curiosidades y lugares vinculados con la mar.