Por: Francisco Javier Alvarez “Panchito”
Era Nelín un chico como tantos otros del Muelle, del barrio de pescadores, pelo hirsuto, calzón de pana, abundantes greñas arrubiadas por el salitre, andar inquieto y ojo avizor, no en vano dedicaba sus mejores ratos libres a localizar, entre dos aguas, los muiles, los xargos, las astutas anguilas, para con mano infantil pero diestra, hacerlas caer en el ratelillo que su tía,”La Cubana” famosa redera del barrio, le confeccionara el invierno anterior.
Y sus días transcurrían así, entre pescar y observar embelesado las maniobras de los barcos que arribaban diariamente. Unos de Vivero y Sada, con sus panzas repletas de troncos de pino. Otros negros más feos, los carboneros de San Esteban de Pravia y Avilés, que con sus cabrias, jarcias y molinetes componían para sus oídos una sinfonía inigualable.
Así pasó NELIN dos veranos, pero al tercero, ya su campo de acción de la Lonja y el Muelle Alto le resultaban pequeños. Deambulando hacia abajo, recorriendo muelles y tinglados, comenzó a visitar la zona donde amarraban los grandes mercantes. Para él, El Liberia, Liverpool o Goteböorg eran nombres casi familiares. Allí vio gentes extrañas, recios noruegos con su inseparable gorra de lanilla. Vio diminutos chinos y filipinos colgados de los lugares más inverosímiles de los entrepuentes. Mulatos y negros que con tropical parsimonia lo saludaban desde sus lugares de faena. Leia el nombre de aquellos barcos: Achíles-Pireo / Esso Maru-Nagasaki. Se sentía orgulloso de sus exóticas amistades.
Transcurrido el tiempo y con el la vigilancia, no muy estrecha, que sobre él ejercían su madre y su tía,(a su padre dedicado a la pesca de altura lo veía por la Virgen del Carmen o cuando la casa se sorprendía con la visita de la cigüeña). Amplió más y más sus correrías siempre en dirección a la bocana del puerto, y llegó un día a una zona desconocida, un lugar diferente. Allí no había polvo ni montones de chatarra. No había sudorosas collas de estibadores que desaparecían en las fauces negras de las bodegas de los buques. Allí solo había amarrado un vaporcillo blanco, como su nombre,”Gaviota”, un tanto extraño por cierto, con una diminuta casetilla, donde un viejo fumaba y al cual iba entrando, poco a poco la gente; pescadores con sus cestos y cañas, mujeres con niños, con cestas cubiertas con chillones manteles a cuadros, grupos de muchachos , en definitiva gentes que no eran de la Mar.
¿Dónde irán? pensaba NELIN.
De esta meditación lo sacó una sirena que sonando tres veces hizo acelerar el paso a los que allí embarcaban. Sonó otra vez la sirena y de la casetilla vio salir a un muchacho, poco mayor que él, que con habilidad y aires de viejo lobo de Mar, soltó la cuerda que sujetaba a tierra la “Gaviota” y gritando “Brea” hizo saltar a bordo un pequeño perrillo negro, que después de dar un recorrido por todo el barco, fue a acurrucarse sobre las cuerdas recién recogidas: luego, sin ruido, muy suavemente, la “Gaviota” se fue difuminando más y más en el horizonte a pesar de los esfuerzos de las pupilas de NELIN para no perderla de vista.
Aquello intrigó enormemente a nuestro amigo. Pensó durante toda aquella noche que extraña singladura sería aquella, llevado de su infantil curiosidad volvió varios días más al embarcadero pero no había nadie. Una tarde casi resignado a no saber más de aquello,
Le pareció ver una pequeña mancha blanca al fondo de la bahía, que se iba agrandando al acercarse ¿Sería una ilusión óptica suya?, más no, la “Gaviota” regresaba de nuevo, con su multicolor pasaje; las cestas de merienda venían vacías. Los jóvenes regresaban cantando alegres canciones, las parejas como muy felices, todo el mundo parecía volver muy contento. NELIN, entonces, se propuso firmemente conocer de aquel fenómeno! ¡Que ilusión le haría poder hacer aquel viaje! Observó la maniobra durante varios días. Los saltos de “Brea”, ora del barco a tierra, ora de tierra al barco. Quiso en algún momento interrogar al perrillo con su mirada, pero no encontró respuesta.
Hasta que un día al acodarse el vaporcillo al muelle, escuchó una voz recia, ¡Chaval! coge el cabo. Mirando a un lado y a otro pensó ¿será a mí?….Sintió un respingo y lanzándose nervioso sobre la cuerda que le arrojaban, la recogió y amarró como tantas veces había visto hacer. Aquello fue algo imborrable, la emoción le embargaba
¡Ya lo conocían!
Volvió a su casa saltando entre grúas y raíles, feliz como nunca ¡chaval coge el cabo! se repetía…..
Al día siguiente acudió a la misma hora exactamente, pero nadie le dijo nada. Fue al tercer día cuando el tripulante joven saltó a tierra, caminó hacia él y le preguntó sin más, Oye ¿Cómo te llamas? NELIN, sorprendido, apenas pudo decir su nombre
¿Cuántos años tienes? Yo, yo…trece, ¡Umm! Eres un poco joven pero… ¿te gustaría hacer el viaje? Sí, si, seguro. Bueno, por lo menos amarrar ya sabes, lo demás te lo irá enseñando Chano ¿sabes? Es mi padre y además es el dueño de la “Gaviota”.
¡Ah! Se me olvidaba, yo soy Chanuco, si quieres vente por aquí dentro de un par de días y hablaremos con él .
NELIN no vivió aquellos dos días .Casi no dormía pensando que iba a conocer que había más allá, el final de aquel viaje .El día señalado acudió, y cuál no sería su estupor al ver la “Gaviota” sobre el muelle, y a su alrededor Chano ,Chanuco, Brea que dormitaba en una sombra, algunos pescadores jubilados en la partida de cartas y dos o tres mujeres cosiendo una red en la explanada. Se acercó tímidamente y Chanuco, al verle, pasándole una seña de entendimiento, le dijo ¡Acércate!
Mire padre, este es NELIN.
Hola, hijo mío, dijo el viejo. Como ves estamos reparando este viejo casco antes ¡Ay! de que se marche este. La Mar, hijo mío, le tira y a pesar de sus diecisiete años, no es bastante mar esta bahía para él. La sangre le hierve cuando escucha hablar a los que navegan en los grandes mercantes ¡El mismo mundo que yo he recorrido y le he contado tantas veces… Pero ¿Qué hacer? Él quiere verlo de cerca .
Así pasó NELIN los días siguientes: Mientras el viejo Chano, como en una ablución ritual, iba remojando tablas para conseguir de ellas la elasticidad suficiente, el iba metiendo estopa entre las viejas cuadernas, pintando y repintando la “Gaviota” después, revisada en todos sus detalles por el ojo experto de Chano, llegó el momento de la botadura ¡Al agua! ¡Qué blancura! ¡Como lucia “su” Gaviota!.
Al día siguiente ,por la mañana, un minuto antes de separarse del muelle sonó la sirena, accionada por é. Los viajeros aceleraron su paso. Se sintió importante. Su corazón saltaba de gozo. Situado a proa, quería taladrar la otra orilla con su mirada. Chano, el viejo Chano, intuyendo que a su lado se encontraba el heredero de sus periplos, iba desgranado con rutinario sonsonete: A estribor el faro de Corros…a babor arena…ojo con los bajíos de fuera, con corriente de poniente coger la canal, a la pleamar caes a estribor. NELIN, absorto, vio por fin la otra orilla, quimera de sus noches, especie de Paraíso de donde la gente regresaba tan alegre.
Vio otro embarcadero, donde se bajó la gente, vio inmensas playas de fina arena donde la gente paseaba o sebañaba, roquedos donde la gente cogía cestos de sabrosos mariscos ¡Que abundantes! Mucho más que en el muelle de sus andanzas, vio lujosos restaurantes con tornasoles de mil colores, bares de todo tipo, música por doquier, animadas terrazas y merenderos, verdes prados donde comen las familias sobre coloridos manteles ¡Que espectáculo! ¡Cuánta gente! Durante todo el día NELIN recorrió todo el entorno, visitó marismas, todo le sorprendía.
Cansado, el viaje de vuelta lo hizo adosado a la casetilla, como esperando las instrucciones del maestro. Al divisar tierra los preparativos de costumbre. Listas las amarras, al aproximarse más “Brea” salta al muelle, la gente comienza su desfile. Con sus cestos de peces unos, con sus cestas vacías de sabrosos manjares otros, algunas parejas que se besan a modo de momentánea despedida. NELIN se siente de alguna manera colaborador en esa alegría general. La felicidad se escapa de su rostro a borbotones, gira su mirada a la izquierda sobre el muelle y sus ojos enfebrecidos de la sal y la emoción, creen ver un chiquillo, pelo greñudo, calzón raído, cuyos ojos escrutadores se dirigen a él y mientras sujeta una lágrima, escucha una voz interior que le susurra
¡Chaval coge el cabo! Chaval coge el cabo!
Por: Francisco Javier Alvarez “Panchito”
Imágenes: Cuadros de Picasso, Diego Rivera,Tellaeche y Aldasoro
Precioso relato Panchito, y ya te puedes imaginar la amalgama de recuerdos que ha removido, porque entre tú y yo, mira que las armamos. Un fuerte abrazo y cuídate para que puedas contarnos muchas más.