Escribía Ángel Pola que a finales del siglo XIX todo el comercio en Llanes era sencillo y atrayente y lo regentaba gente honorable y buena. Tenía el comercio un sentido que no volverá a tener, pues la idea del lucro estaba disminuida, soterrada y envuelta por la nobleza y el desinterés. Para el espíritu de aquella gentes no existía el negocio, sino una función cordial.
Entre aquellas tiendas, que destacaban por la pulcritud del mobiliario y la amabilidad de sus dueños, vamos a detenernos en las que se ofrecían elementos de pesca.
Así, nos encontramos con la tienda de Doña Juana, enfrente de las señoritas Mantilla, además de anzuelos para mundiates, vendía el mejor chocolate, envuelto en papel blanco, que servía para confeccionar los globos de la Guía. También, proveían de anzuelos la tienda de Rufa, en la calle Mayor, y la de Salud de Tayones, que estaba sita yendo hacia el Cotiello.
Pero la más surtida era la de don Fernando Noceda y su hermana Doña Librada, ya que no solo ofrecía anzuelos para mundiates y durdos, sino también de palangre para besugo y para bonito.
Imagen, “El Oriente de Asturias” +IA






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