Hay veces que te acuerdas de cosas o situaciones que, siendo verdaderamente trágicas para algunos, para otros son una simple anécdota… y os cuento.
Para empezar todos nos hemos encontrado que, habiendo perdido el contacto con una persona, lo hemos recobrado al cabo de cierto tiempo, como me ocurría frecuentemente en el Camping, cuando dejabas de tratar con una persona, porque se acabaron las vacaciones, y ya no lo volvías a ver hasta las del año siguiente.
En esta época el cuerpo humano sufre una serie de cambios propios de su naturaleza, por lo que ese periodo de poco menos de un año, el niño se convierte de niño en “un niño con acné”, y la niña se convierte de niña en “una princesa”, y me entenderán todos los que han tenido hijas o nietas
Una vez, cuando me encontraba dirigiendo el camping “El Carro”, que mis padres tenían en la “Costa del Maresme” (esta franja costera se encuentra a pocos kilómetros al Norte de Barcelona, enmarcada entre la Cordillera Litoral y el mar Mediterráneo), tranquila y relajadamente tomando una cerveza en una de las terrazas del bar, pues la mayoría del personal estaba en la playa, cuando me aparecen dos amiguines que yo tenía por allí, Toño y Eduardo de unos 13 a 14 años, los cuales venían corriendo para avisarme de que Begoña e Blanca, amigas suyas del verano anterior, ya habían llegado para pasar el mes de vacaciones
Les dije que sí, que habían llegado la tarde anterior desde Bilbao, ya que allí era donde residían ambas familias, y que me parecía que estaban en las terrazas de la piscina.
Para allí salieron zumbando, por lo visto quedar en salir los cuatro a dar una vuelta en bicicleta.
No les hago más caso, y sigo a lo mío, o sea a no hacer nada, cuando los veo regresar cabizbajos y alicaídos, por lo que, viéndolos de tal guisa, les pregunto queque ha pasado, a lo que me contestan con un escueto… ¡Bah, están tontas!
Sigo sin hacerles caso, Dios me libre de meterme en un jardín como ese, y me dirijo hacia la piscina a ver si todo esta correcto para cuando aparecieran los de la playa a bañarse en agua dulce. Y en ese momento comienza la historia. Pues veréis…
El panorama con el que me encuentro, es a dos “princesas”, sentadas en el borde de la piscina, en biquini (se notaba que era el primero que usaban como “mujerinas”), atusándose cada una su melena que les llegaba a la cintura con unos peines o cepillos que no se dé donde los habrían sacado, mientras contemplaban, yo más bien diría admiraban con la fuerza y curiosidad propia de la femenina adolescencia, a dos rapaces de unos 18 0 19 años (creo recordar que uno era español, y el otro danés), que briosamente, y con el desnudo torso al aire, estaban jugando una partida de «ping-pong», con toda la fuerza que les daba su juventud, y porque no, me malicio que el presumir delante de su público.
Tras saludarles educadamente y solicitarles si necesitan algo, me retiro discretamente haciendo “mutis por el foro”, hacia mi puesto de trabajo, ya sabéis el de la tranquilamente libación de la cerveza.
No se el tiempo que habría pasado, aunque no creo que fuera mucho conociendo los intereses de mis “amigüitos”, cuando aparecen ambos dos y me preguntan, ¿Has visto a las tontas?
¡No!… ¡Ciertamente no! Les contesto. Lo que estoy viendo es a dos simples.
Y es que no nos damos cuenta paisanaje de lo simples somos, y eso queda demostrado cuando oyes la frase… “He conquistado” … ¿Qué tú has que…? Anda vete a segar “mozin”. La conquista es una palabra femenina que no tiene “macho” por mucho que queráis. Así que…
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos.
Fernando Suárez Cué
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