Se denomina “bufón” a una formación geológica propia de zonas costeras, que se trata, básicamente, de una chimenea natural abierta normalmente en un acantilado, que está comunicado con simas marinas. Cuando la mar está en pleamar, o en su “entrante”, el agua choca con fuerza contra los acantilados y sube a través de estas chimeneas, saliendo despedida hacia arriba por el hueco a modo de géiser, produciendo al mismo tiempo su característico sonido.
El término “bufon” deriva de “bufido”, ese extraño ruido que produce un animal cuando está enojado. Y es que el agua al salir parece soltar una especie de resoplido que se puede llegar a oír a varios kilómetros de distancia, por eso todavía cuenta una leyenda de la zona de Vidiago, que era el “Cuélebre”, esa gran serpiente con alas (figura legendaria de la “Mitología asturiana”), que protege sus tesoros, y que era quien producía esos rugidos y “bufonazos” entre la neblina
Los bufones son el resultado de la erosión constante del agua de la mar sobre los relieves cársticos, especialmente sobre los acantilados marinos de caliza. El agua penetra por esas zonas de debilidad y va disolviendo la caliza, horadando el acantilado por su parte baja y formando cuevas marinas y pequeñas, y no tan pequeñas galerías, que pueden llegar a adentrarse hasta cerca de 100 metros en el interior. Esas conducciones, al alcanzar las dolinas, las captura y produce hundimientos, creando una auténtica red de conducciones subterráneas por las que posteriormente no tiene ningún impedimento para circular por ellas.
Las cuevas, al estar la mayoría de ellas a merced de la Mar, en la zona denominada “intermareal”, se llenan en momentos de pleamar y se vacían en momentos de bajamar, y cuando las olas, por el influjo de las mareas, rompen con fuerza en el acantilado, el agua, como ya hemos dicho, penetra por los agujeros y se desplaza por estos canales y tuberías naturales, con tal presión que termina por abrir el acantilado formando una serie de chimeneas, por las que sale descargando la presión contenida, con un estruendo que asemeja el soplido de una fiera y que es lo que da nombre a los “bufones”.
De este modo, brota agua pulverizada que forma un surtidor, el cual puede llegar a medir entre 20 y 40 metros, y es debido que, al entrar el agua a presión, esta expulsa con violencia la columna de aire que está dentro de la chimenea, la cual al salir crea un efecto de succión que ayuda aún más a la violenta salida del agua.
Ahora permitirme la siguiente anécdota, que es el recuerdo de una conversación mantenida hace muchos años con el célebre (tiu “Pepe”), en la cual, no sé por qué salieron a colación los famosos “bufones”, y que fue más o menos así.
F- Pues desde mi casa en “Santana”, se ve perfectamente el bufón de Santa Clara en “El Gordu”. ¡Es guapísimu!
TP- Pues sí. Es uno de los “bramadorios” más guapos de toda la costa.
F- ¿Bramadorio? Bueno, es lo mismo “bufón” que “bramadorio”.
TP- Pues no amigo, no es lo mismo.
F- ¿A no?
TP- Pues no, y verás por qué. Cuando la Mar esta mas o menos tranquilina, la ola al entrar expulsa el aire que hay dentro de la cueva, que al salir hace un ruido característico, ese es el “bufón”, porque está “bufando”. Pero en cuanto entra el temporal, lo que sale por el “furacu”, ya no es solo aire, es una enorme cantidad de agua con otro sonido más potente y agresivo. Ya no está bufando, está “bramando”. De ahí el nombre de “bramadorio”
No se lo que os parecerá a vosotros, pero yo creo que la explicación es lógica y sensata.
Pero sigamos. Estas cueva y chimeneas, son típicas de la costa oriental asturiana, en donde las características geológicas son las adecuadas (materiales calizos del paleozoico (se extiende desde hace unos 570 millones de años hasta hace unos 230-245 millones de años), afectados por diaclasas (del griego “klasis”, rotura), que no es otra cosa que una fractura en las rocas que no va acompañada de deslizamiento de los bloques que determina, no siendo el desplazamiento más que una mínima separación transversal, y fracturas perpendiculares al mar, destacando los de “Llames de Pría”, “Arenillas” y “Santiuste”.
Estas formaciones no se crean de manera solitaria, sino que forman generalmente campos con varios bufones, de diversa potencia cada uno, excepto el bufón de “Santa Clara” en nuestra corita costa, que creo tiene una sola chimenea y muy bien definida.
Me acuerdo cuando de “criu” iba con mi hermano Carlos, y mis primos Javier Enriquín y Tano, a tirar en los bufones aquellas antiguas latas de aceite de los coches. La Mar no presentaba la suficiente fuerza para hacer salir el agua por la “chimenea”, pero si la suficiente para expulsar el aire a presión, con lo que conseguíamos que la lata, caía haciendo ruido cuando bajaba la ola y volvía a subir con ese mismo ruido cuando la ola presionaba el aire y lo expulsaba hacia la boca del bufón. Y así duraba como el rítmico y eterno movimiento de la Mar, hasta que nos cansábamos de oír semejante sonatina, y marchábamos a hacer cualquier otra cosa, a … ¿Robar “panoyas”? …¿Por qué no?
En fin, sea como sea, entre todos ellos, fueron los bufones de “Arenillas” y el de “Santiuste” (o “Satiuste” como he oído pronunciar), los declarados “Monumentos Naturales” por el Principado de Asturias el 5 de diciembre de 2001, dejando constancia de la singularidad paisajística de esta nuestra tierra que, por estos y otros espectáculos de la naturaleza, es única e irrepetible… y… ¡Bellísima!
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos
Fernando Suárez Cué

Foto (1) Los espectaculares bufones de Llames de Pría. Foto de Valentin Orejas

Foto (2) Diaclasa. Fractura sin desplazamiento

Foto (3) Bufón de ‘Santa Clara’

Foto (4) Bufon de ‘Santiuste’ en La Franca
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