Al encontrar en “El Oriente de Asturias” esta imagen de Donato Sordo y poder poner cara al zapatero que se ubicaba en el único cajón que se conserva en la Villa, no me pude resistir a escribir unas pincelados sobre aquel legendario personaje en la sección de “ lugares y establecimientos que la marea se llevó”.
Cuenta Vicente Pedregal que Donato Sordo, al que apodaban cariñosamente “Cordero”, vivía en la plaza de la Magdalena y todos los días hacía el mismo recorrido hasta su cajón, a excepción de los domingos que prolongaba su marcha hasta la iglesia.
Todo Llanes calzaba en su casa y trabajaba de balde para los necesitados, que eran muchos, a pesar de tener cuatro hijos a los que crió con mimo y dedicación.
Era un modelo de ciudadano, de carácter angelical e incansable trabajador.
En cuanto a su físico, bastante alto, enjuto, pálido de no ver el sol y encorvado por su constante postura en el taller.
Además de taller de zapatos, el Cajón de Donato fue punto de reunión de alumnos del Colegio de la Encarnación.
Al fallecimiento de Donato se hizo cargo de aquella suerte de hospital del calzado Manolín el Cojo, traspasándolo posteriormente a Vallejo, el cual contó con una plantilla de magníficos operarios, José Alonso, Ricardo Muñiz y Fernando Patiño, que fue el último zapatero del popular Cajón.
Imágenes, “El Oriente de Asturias” y Valentín Orejas
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