Cuando en nuestro puerto se vivía al ritmo de las mareas, al subir éstas lo hacían con ellas bandadas de panchos, mugles y lubinas; al bajar se quedaba casi en seco, a excepción de los senos y remansos que se formaban, como el que había bajo la cabezona o el que aparecía bajo el muelle de la Magdalena.
Entonces, llegaba el momento de pescar cangrejos, hurgando en las hendiduras de los muelles y levantando los guijarros, también anguilas y rodaballos.
Estos peces planos se pescaban de un forma muy singular: el pescador se proveía de una vara con anzuelo enderezado a modo de banderilla, e iba por la ría, siempre a contra corriente, picando hacia delante y a derecha e izquierda hasta que pinchaba el pez oculto baja una delgada capa de arena.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
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