San Nicolás… protector y piloto de nuestra gente de la Mar

Contemplando el retablo de la capilla de Santa Ana, he visto que, a los lados de la imagen de la “Santa Madre de María”, se encuentran dos santos, San Nicolás y San Telmo, por lo que vamos a intentar explicar por qué están ahí y que relación pueden tener con nuestra “Cofradía de Pescadores Santa Ana”, de Llanes.

Vayamos por partes.

“San Nicolás”, conocido como “San Nicolás de Myra”, fue un obispo residente en la ciudad de Myra (hoy turca), en Asia menor, en el siglo IV, aunque para nosotros es “San Nicolás de Bari”, porque cuando los turcos, al servicio de los selyúcidas, derrotaron al ejército bizantino del emperador Romano IV Diógenes, conquistando la antigua Anatolia,  un grupo de marineros italianos cristianos sacó de allí en secreto las reliquias del Santo, para que no fueran profanadas o destruidas y se las llevaron a esta ciudad italiana de Bari, en el año 1087, donde todavía se encuentran depositadas. 

Nicolás nació hacia el año 270 en Pátara, opulenta capital de Licia (en la actual Turquía), de padres nobles, ricos y piadosos, por lo que recibió una refinada educación religiosa y cívica.

Cuando sus padres fallecieron, Nicolás heredó una gran riqueza; pero se consideró apenas administrador de aquellos bienes, cuyos reales señores se volvieron a los pobres y los necesitados, a los que entregó toda su fortuna.

Muchas son las leyendas que cuentan maravillas, y que a su respecto se difundieron por todo el orbe, entonces conocido, hasta tal punto que más de dos mil templos están dedicados a él en todo el mundo.

Es más, su nombre es tan notable también fuera del mundo cristiano, que su figura y nombre San Nicolás (en alemán “Sankt Niklaus”), ha dado origen al personaje de Santa Claus, muy conocido también como “Papá Noel.

Una de estas leyendas nos cuenta que un noble caído en la indigencia, no teniendo cómo casar a sus tres hijas jóvenes y ni siquiera mantenerlas, tuvo el satánico propósito de prostituirlas para que se ganaran la vida. Nicolás supo del hecho y quedó horrorizado. Tomando entonces una bolsa con monedas de oro, las tiró por la ventana de la casa del infame, dándole así lo suficiente para casar a la hija mayor. Al día siguiente hizo lo mismo, para posibilitar el matrimonio de la segunda hija. El beneficiado quedó entonces al acecho, para ver quien era su anónimo bienhechor. Y cuando Nicolás, al tercer día, tiró otra bolsa para la dote de la tercera hija, el noble se lanzó a sus pies, mostrándose arrepentido y agradeciéndole por aquel beneficio. 

Otra leyenda nos narra que, en una época de mucha hambre, un carnicero atrajo a tres niños a su casa, los mató y puso sus cuerpos en un barril, queriendo vender la carne como de cerdo. Al visitar San Nicolás la región en busca de alimentos para su pueblo conoció el horrible crimen del carnicero y, con sus oraciones, resucitó a los tres niños.

Pero vayamos a lo nuestro, mucho más real y verídico, creo.

De acuerdo con un relato, entre historia y leyenda, sucedió que en una época de gran carestía en Licia (antigua región del sudoeste de Asia Menor), una gran hambruna azotó a la ciudad de Myra durante los años 311 y 312.

Nicolás supo que algunos barcos venidos de Alejandría, en Egipto, con un gran cargamento de trigo con destino a Constantinopla, se habían refugiaron en un puerto cerca de Myra, para resguardarse del temporal que por aquellos días azotaba sus costas, se dirigió a los capitanes, suplicándoles que le entregaran varios sacos de este cereal de cada una de las embarcaciones, para ayudar a la ciudad en tal difícil momento de necesidad y repartirlos entre los más necesitados y así remediar la extrema necesidad de los fieles.

Estos se negaron a tal operación, pedida por el que creían un visionario, alegando de que el cargamento pertenecía al Estado, que se destinaba a Constantinopla y el trigo era para su emperador, que era por ese tiempo Flavio Valerio Aurelio Constantino (Constantino “El Grande”), y que al volver a pesarlo al arribar al puerto se darían cuenta de su merma al no dar la cantidad justa que esperaba recibir el emperador, con el casi seguro resultado de muerte para los responsables por tan grave falta.

El obispo les pidió entonces que cada barco proporcionará apenas cierta medida de trigo, y les prometió que, por la Gracia de Dios, él retribuiría todo perjuicio al administrador del tesoro público en Constantinopla, y los sacos se llenarían de nuevo antes de llegar a puerto por lo que no sufrirían pérdida alguna en el peso. 

Por fin los capitanes convencidos, accedieron a este acuerdo, y tras entregar el cereal solicitado se hicieron a la vela camino de su destino. Cuando finalizado su viaje, y atracados en los muelles de Constantinopla, se dispusieron a medir el trigo para su desembarque y entrega, vieron que había la misma cantidad de granos que al partir de Alejandría. No faltaba ni un ápice.

También se cuenta que, en otra ocasión, hallándose un navío en medio de una terrible tempestad, se le empezaron a abrir las costuras de las “tracas”, debido a los ataques de las olas, por lo cual los marineros ante la agresividad de los elementos y encontrándose perdidos, invocaron la protección de San Nicolás, y sin saber de dónde, vieron aparecer la figura del Santo, que, imponiendo sus manos sobre el barco, al momento se calmó la tempestad y se agostaron las olas. 

Los marineros narraron entonces, por todas partes, el prodigio operado por el Santo Obispo, y su fama se extendió por todos los puertos de los mares conocidos.

Es tal la devoción que ha provocado, que hoy día se ha convertido en el patrón de los marineros, de los niños e investigadores, y patrono de varios países europeos como Rusia (es patrono de Moscú), Bulgaria, Grecia, Reino de Nápoles, Sicilia, Lorena, y también diversas ciudades de Italia, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda (donde es conocido como “Sinterklaas”), y Suiza.

En Roma ya en el año 550, había construido un templo en su honor.

Como no podía ser menos, una villa con la tradición marinera como tiene Llanes debía contar con un lugar donde reverenciar la figura de este Santo Obispo como protector y piloto de nuestra gente de la Mar. Y ahí lo tenemos, en la coqueta y bonita capilla de Santa Ana, cara al Cantábrico y junto a la “Abuela de Cristo”, para que, intercediendo ante ella, haga llegar a lo más alto de la “Santísima Trinidad” las súplicas y ruegos de nuestros marineros y pescadores. 

Buena Mar y hasta la vista amigos.

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SANTA ANA, CAPILLA DE LOS MARINEROS

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