SAN PEDRO, PESCADOR

Otra de las imágenes que se encuentran en el retablo de la capilla de Santa Ana es la de San Pedro, la cual viene a cuento ya que ese santo, nombrado por Jesús como cabeza de su iglesia y que tiene las llaves del cielo, fue pescador en Betsaida, ciudad a las orillas  del mar de Galilea.

En los relatos bíblicos, nos encontramos con diversas referencias a la vida y figura de Pedro,  pero en estas líneas nos referiremos solamente a las llamadas pescas milagrosas. 

Se me ocurre que aquella pesca, en las que las barcas nos se alejaban en exceso de tierra, sería similar a la de nuestros pescadores de bajura. Puestos a imaginar, los peces no podrían ser otros que “San Pedros” y las artes, tresmallos.

El único evangelista que narra la primera pesca milagrosa es San Lucas:

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. Respondió Simón y dijo:” Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”

Y, puesto a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces, hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Entonces sacaron las barcas a tierra y dejándolo todo, lo siguieron.

Si la primera pesca milagrosa se puede datar en en el primer invierno de la vida pública de Jesús, hacia el año 27 de nuestra era, la segunda ocurre después de la resurrección, probablemente en la primavera del año 29.

Esta otra pesca milagrosa la narra únicamente San Juan: 

Después de esto Jesús apareció otra vez a los discípulos junto al lago Tiberiades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, Natanael, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:  “Me voy a pescar”. Ellos contestaron. “Vamos también nosotros contigo”. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.

Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los  discípulos no sabían que era Jesús.

Y les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado?. Ellos contestaron: “No”

Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis pescado”. La echaron y no podían sacarla, por la multitud de peces.

Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: “Es el Señor”. Al oír que era el Señor, Simón Pedro que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua.

Los demás discípulos se  acercaron en barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: “ Traed de los peces que acabáis de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró  hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: “Vamos, almorzad”.

Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar entre los muertos.

Por: Juan Ignacio Moreno

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