Otra vez, recurro a personajes populares de Llanes inmortalizados por Baltasar Cue y que tienen que ver con la mar, lo cual resulta fácil, ya que hubo un tiempo en que todos los habitantes de la villa estaban relacionados con la marinería.
Hoy, le toca el turno a “La Nixia”, hija y nieta de marineros, que de joven, según escriben nuestros clásicos, era una buena moza, de nombre Joaquina y seguramente apellidada Estrada, apellido muy frecuente entre los miembros de la que fue próspera Cofradía de Pescadores, por entonces ya “en muletas”.
Se contaba de ella, entre otras historias, que había sufrido un ataque de catalepsia, y cuando llevaba ya 24 horas sin dar señales de vida los vecinos muy alarmados llamaron al médico. Éste, tras no encontrarle el pulso, certificó su defunción.
Hicieron los preparativos para el entierro, colocando a “La Nixia” en un ataúd de los de pobre de solemnidad y cuatro jóvenes marineros se prestaron a conducirla al cementerio.
La comitiva estaba formada por un monaguillo, con la cruz de madera de los entierros de tercera, y detrás del féretro, el párroco, que no era otro que el respetado y querido, Don Tomás del Cueto Vallado, al que no le faltaba su roquete y estola; y a su lado otro monaguillo que llevaba el hisopo y un caldero con agua bendita.
El duelo estaba formado por algunos mareantes, compañeros del padre de Joaquina, vecinas de la Moría, chiquillos del barrio y Pancho “el Barrileru”, siempre presente en los entierros, por pobre que fuera el difunto.
Antes de llegar al cementerio de “Los Estacones”, que estaba junto a la playa del Sablón, en una rampa bastante pronunciada, el ataúd se inclinó y se zarandeó lo suficiente para que “La Nixia” volviera en sí. Entonces, ella levantó de golpe la tapa del pobre féretro y ante el asombro de todos dijo:
-Paez mentira que me hagáis esto.
Todos los representantes del duelo, mujeres y niños huyeron despavoridos y gritando; el único que mantuvo la calma fue Don Tomás que la miró fijamente y pasandole la mano por la frente concluyó:
-Ojo listo, cabeza caliente, borrachera de aguardiente.
El cortejo se destornillaba de risa, mientras “La Nixia”, recobrados sus antiguos bríos, vociferaba demostrando la agilidad de su lengua.
Después de aquel episodio, vivió “La Nixia” muchos años más.
Fuente: “El Oriente de Asturias”
Imagen, Valentín Orejas
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