DE LLANISCOS Y PIRATAS

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De llaniscos y piratas

Hace unos días, leyendo sobre la importancia, en el siglo XVI, de la actividad pesquera en Llanes, me encontré con un documento del Registro General del Sello del Archivo de Simancas, de fecha 24 de julio de 1521, que recoge una sorprendente solicitud al monarca Carlos I por parte de vecinos de Llanes. De esa chocante petición, cuyo objeto más adelante revelaré, se pueden deducir unos hechos para hilvanar un pequeño relato, que quizá les apetezca que cuente.

Todo parece comenzar, sin duda alguna antes de que armáramos el Fuerte, cuando un pescador de Llanes, llamado Pero Bueno, se encontraba, en el año 1518, faenando con su barco en Canto Viejo, área de pesca en las proximidades de Irlanda, y ciertos franceses le robaron quinientas docenas de pescado, además de la sal, el vino y el pan, que tenían para aprovisionamiento, y un batel y aparejos, todo ello por un valor aproximado de mil ducados de oro. Un año más tarde, sufrió la misma tropelía otro pescador de la Villa, Álvaro González, que venía de pescar en aquellos mares. Y seguidamente, fue presa de los franceses el navío de Gómez Nieto, asimismo de Llanes.

No solo los barcos de pesca eran victimas de los galos, sino también los de mercaderes llaniscos que salían del puerto de la Villa cargados con agrios, castañas, nueces y avellanas para llevar a vender a otras partes.

Las cosas llegaron tan lejos que, concretamente en el mes de junio de 1521, cerciorados los pescadores de Llanes de que había franceses haciendo de las suyas cerca de nuestras costas, incluso entrando en los puertos para robar, optaron por desistir aquel año de ir a pescar a Irlanda, a pesar de lo vital que era para su supervivencia.

Resueltos a defenderse, pescadores, mercaderes y vecinos llaniscos determinaron solicitar al Rey Carlos I “licencia real con carácter de represalia” para armar varios navíos y salir en persecución de los franceses con un doble propósito: alejarles de nuestra costa y apropiarse de los bienes que transportaran para resarcirse de los daños que anteriormente les habían causado.

Dicho así, esa forma de hacer justicia en el mar por cuenta propia, suena a auténtica piratería. Si bien, no era infrecuente esa práctica, ya que en aquel tiempo no existía una marina organizada y con carácter permanente. Además, aquella autorización, no era una total “patente de corso”, pues las mercancías incautadas, las presas realizadas tenían que manifestarse y registrarse ante la justicia del primer puerto del reino que tocasen.

Sabemos que el Rey, seguramente por sentirse en parte responsable de aquellos atracos, consecuencia de su enemistad con Francisco I, y conociendo que se agudizarían con la guerra entre ambos países que ya comenzaba, concedió a los llaniscos la licencia.

Lo que desconozco, de momento, es como se las arreglarían los pescadores y vecinos de Llanes convertidos en una suerte de piratas.

Maiche Perela Beaumont

Fotografía: Valentín Orejas

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