En sus orígenes, Roma no contaba con la burocracia necesaria para gestionar los inmensos dominios territoriales de su Imperio, que adquirió con el tiempo, por lo que tuvo que recurrir al sector privado para recaudar los impuestos y administrar las provincias. Para ello, se creó la figura de los “publicanos”, empleados estatales que acabaron por convertirse en un potente grupo que operando impunemente y sin ningún tipo de control, llegaron a ser los mas corruptos de la historia de Roma.
En la leyenda que nos ocupa, estando Cristo con sus apóstoles en Cafarnaúm y según nos es narrado en el Evangelio de San Mateo (17, 24-27), un cobrador de impuestos (el “publicano”), le reclama el pago del diezmo como tributo al templo de Cafarnaúm.
Protesta San Pedro ante tamaño pago, pero con un gesto, Jesús ordena al apóstol lo que tiene que hacer.
Para hacerlo le manda al lago Tiberiades, a pescar un pez en cuya boca encontrará la moneda de oro que necesita para saldar la deuda.
Así lo hace Pedro, y al “desanzuelar” al pez, y con el fin de que no se le resbalara, lo coge fuertemente por ambos costados mientras le sacaba de la bocas la pieza de oro, dejando en sus costados las dos manchas redondas, , que la leyenda nos cuenta que son las marcas dejadas por los dedos del Apóstol.
Por último, este pasaje, al igual que el versículo del Evangelio de San Mateo (22, 2) y a una pregunta sobre el Cesar, Jesús les dijo, “Den al César lo que es del César y a Dios los que es de Dios”, como recordatorio de las obligaciones de los ciudadanos con el mantenimiento del Estado a través del pago de los impuestos
El filósofo griego Aristóteles del siglo IV a.C., se refiere al pez de San Pedro, aunque de una forma no demasiado extensa, habla sobre la alimentación de este pez, basada en cefalópodos, señalando así mismo y como curiosidad, que es el pez que primero asciende a la superficie cuando muere, y el único que emite un sonido o silbido cuando se lo saca del agua.
Como este pez, destacaba (y destaca) por su “fealdad” o en la antigüedad fue poco valorado.
Reside en fondos arenosos entre 10 metros y 50 metros, llegando a profundidades de hasta 200 m. También se puede encontrar en zonas rocosas o praderas submarinas, alimentándose de pececillos como arenques y sardinas, y también de gusanos y pequeños crustáceos como camarones.
Por el norte, al “pez de San Pedro” le conocemos como “San Martín”, porque según se dice es por esa fecha (11 de noviembre), cuando mejor sabe. Esta es la razón, no hay otra.
En otras zonas, se le denomina “Pez gallo” o “Gallopedro”, por la gran aleta que recorre su dorso, con la cual y gracias a ella este pescado se protege de sus depredadores, pues cuando se ve amenazado estira las fuertes y puntiagudas púas de la aleta, tal cual la cresta de un gallo.
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos.
Fernando Suárez Cué
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