Con la intención de acercarnos a aquel lejano Llanes que desconocía la prisa y el estrés, me van a permitir pasar revista, aunque sea de “puntillas”, a algunos de aquellos establecimientos que estaban presentes en la vida de los llaniscos justamente en el primer año del siglo XX.
Así, encontramos en la calle Mayor, por aquel entonces bautizada como calle Mon, justamente en el número 5, a un constructor de altares, imágenes y dorados. Su titular se llamaba Francisco G. Aznar, y anunciaba que además restauraba todas clase de objetos de Iglesia y fabricaba adornos de yeso para decoración.
También en esa calle estrechina y larga, como dice la canción, y que fue centro de la villa medieval, Francisco Garavito regentaba una carnicería, en la que se publicitaban carnes frescas de ternera, cerdo y cordero.
En la calle del Castillo, existía una imprenta, “Las Novedades”, que divulgaba experiencia en trabajos finos a varias tintas.
No faltaba entonces un guarnicionero, se llamaba Alejandro Antolín y tenía su establecimiento en la comercial calle Mercaderes, muy cerca del puente.
En otra de las arterias principales de la villa, calle Nemesio Sobrino, un curioso oficio desaparecido, un pintor charolista de carruajes, del que era titular Emilio Feliz.
Asimismo, en la calle del benefactor llanisco, se encontraban un importante fotógrafo, que se publicitaba como un retratista inmejorable, que no era otro que Gilardi; y un dentista, B. Martínez, el cual informaba en su publicidad que extraía las muelas sin dolor.
En la Plaza Mayor, ahora de Parres Sobrino, se hallaba la sastrería, bautizada como “La Central”, la cual regentaba Ceferino Álvarez, y que ofrecía confección y precios sin competencia y gran surtido de camisas y corbatas.
Tampoco, faltaban relojerías-platerías, como la que Luis Díaz Cantolla había abierto en la calle de Pidal, y donde se podía adquirir, entre otras cosas, relojes de caballero a 10 pesetas.
Y para finalizar este recorrido por algunos de los establecimientos que hacían la vida más fácil a los llaniscos del año 1900, mencionar, ya fuera de la zona más comercial, al jardinero Emilio San Justo, que en el Cotiello Bajo realizaba toda clase de trabajos del ramo; y a Manuel Pría, que en la calle de la Calzada se dedicaba a un peculiar oficio, construir baúles de todas clases y tamaños.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
Imágenes, “El Oriente de Asturias”
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