Muchos de los que frecuentan el mercado del viernes de Posada, habrán reparado en la fuente y en la estatua de Don José de Parres Piñera, pero no todos sabrán la razón por la cual ese hijo de Posada fue perpetuado en bronce y mármol.
.Así que me voy a permitir unos apuntes sobre Don José, en el que todos los textos coinciden en que era un hombre de gran memoria, como lo prueba que recordara el hecho de su vacunación, de la que huyó, refugiándose en el campanario de una capilla que había en la ería de Quintana, de la cual no queda hoy ningún vestigio.
Nació en ese pueblo de la parroquia de Posada el 24 de octubre de 1819, estudió latín en Llanes, y Filosofía y Letras en Oviedo. Después, se trasladó a Madrid y se hospedó en una buhardilla de la calle de la Reina, donde convivió con Don Francisco Salmerón, que luego sería ministro y Presidente de las Cortés.
Sin más recomendación que su propio valer, realizó distintos trabajos, y en el año 1846 ingresó en el Colegio de Abogados de Madrid y ejerció como abogado de pobres, lo que hoy conocemos como el turno de oficio.
Más tarde, se le nombró auditor de Marina, y tras concederle la licencia por la muerte de su padre, regresó a la capital y entró en la Junta Consultiva Eclesiástica, consiguiendo la creación de la Coadjutoría perpetua en Posada y que se ensanchase la Iglesia y se construyera la torre.
Corriendo 1853, se crea en el Ministerio de Gracia y Justicia una comisión de estadística que encomiendan al llanisco junto a la petición de que escribiera La Guía Eclesiástica, la cual obtuvo tan buena acogida que le valió a Parres Piñera la concesión de la Cruz de Carlos III, distinción que nunca lució en su pecho.
Tras la revolución del 54, compartió la vida entre Madrid y Quintana dedicado a asuntos particulares. Intentaron que se interesara por la política nombrándole Secretario del Gobierno Civil de Burgos, pero renunció. Tampoco duró mucho en las Cortés cuando fue elegido Diputado por Infiesto.
Seguidamente, se retiró a vivir a Llanes, y como su mayor preocupación era propagar la enseñanza aceptó ser Presidente de la Junta Local de Instrucción, ayudando al desarrollo de la primera y segunda enseñanza en el Concejo, visitando asiduamente las escuelas, recompensando con premios consistentes en diplomas, medallas y dinero a los alumnos, según las necesidades y conductas, una suerte de becas, y todo costeado de su propio bolsillo. Gestionó la Escuela de Comercio y estableció una clase nocturna de lectura, escritura, gramática y aritmética para los artesanos, la cual sostenía a sus expensas. Es más, recorría por la noche las calles de la Villa en busca de los rezagados.
Entusiasta hijo de Posada, no descansó hasta que consiguió establecer allí en el año 1862 mercado semanal, además de correos, notaría, botica y la casa escuela.
Falleció, viudo de Doña Antonia Sobrino Díaz, el 9 de noviembre de 1889.
Y aunque eso es otra historia, fue el padre de José de Parres Sobrino (Pepín Parres), también benefactor de Llanes y Posada, por lo que nuestra Plaza Mayor lleva su nombre, y constructor del elegante Palacio de Partarríu.
Fuente: “El Oriente de Asturias” y “El Pueblo”
Imágenes, “El Oriente de Asturias” y Valentín Orejas
0 comentarios