En otros tiempos, la sirena de la rula no se hacía sonar únicamente como llamada a los compradores para que acudieran a la subasta del pescado, sino también para avisar de una procesión, la llegada de una personalidad, un accidente en la playa, un incendio, una embarcación en peligro.
Había que estar muy atento al número de toques. Así, cuando era la época del bonito o besugo, se avisaba con un toque, válido también para especies que se pesaban en pequeñas cantidades; dos toques anunciaban la sardina y tres, el bocarte.
Cuando se trataba de las otras circunstancias, la sirena sonaba con muchos toques intermitentes, creando incertidumbre hasta saber que era lo que en realidad estaba pasando.
Maiche Perela Beaumont
Imagen, “El Oriente de Asturias”
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