Por: Javier Álvarez García «PANCHITO·
… DEDICADO A TANTAS RUMALDAS QUE VENDÍAN EL PESCAU POR LOS PUEBLOS
¿De dónde viene este nombre implantado en el acervo popular?.Madre, desde luego, de ocho hijos.¿Su dedicación a ellos conllevó que tan honrosa expresión se antepusiese a su nombre de pila? Puede ser.
¿Cómo lo hacía? Sin duda robándole el tiempo a la noche y al sueño.
Su marido, uno más ,en aquellos tiempos difíciles, un pescador que solo disponía de una caña, nunca pudo reunir dinero para una modesta embarcación. Al amanecer, lo veía salir de casa con la larga caña al hombro y un cesto de gran porte en dirección a los acantilados, donde un día y otro tanteaba la suerte con desigual fortuna. Nada que hacer si la fortuna era esquiva; si era generosa, coincidía que en el camino de vuelta abundaban las tabernas, y las capturas menguaban de forma extraña pero frecuente.
MADRE LUCIA. Cogía el pescado de su marido, compraba más a otros pescadores y con una caja sobre su cabeza, que protegía con una especie de rodela hecha de trapos se echaba a andar. Con quince o veinte kilos sobre su cabeza, recorría los caseríos aislados, por caminos casi de monte donde el pescado era “rara avis” y se podía vender un poco más caro
¡Hasta treinta kilómetros algunos días!, de la mañana a la noche cerrada. Después de este maratón aviar y ordenar a sus niños: las mayorcitas llevaban la casa ante su obligada ausencia y los niños capturaban cebos para la pesca, que su padre usaría al día siguiente
Todo ello sin dejar de ir a la escuela, juntos, limpios, siempre peinados, siempre sin mocos, eran los niños de Lucía y la verdad es que “lucían”
Eran tiempos de escasez, el dinero no abundaba, más bien el trueque era lo usual ¿Y que suponía esto? Que el viaje de vuelta resultase igual de penoso, pues la caja volvía llena de alubias, huevos, patatas, etc.
Cuando el viaje de vuelta de Lucía coincidía con el itinerario de la camioneta que recogía la leche de la tarde por los caseríos, el lechero, compadecido, echaba la caja atrás y subía a Lucía. Al llegar cerca de su casa, la despertaba, pues con el calorcillo, el ronroneo del motor, y agotada, como venía se dormía sistemáticamente.
El recorrido en Invierno era especialmente duro con lluvia, con barro, con viento, este último el elemento más peligroso pues podía dar en el suelo con la caja, o con ella con caja incluida, lo que requería un ejercicio de equilibrio que ella dominaba a base de recorrer un día y otro aquellos caminos rurales, pendientes y difíciles.
Se quedó viuda bastante joven, sin paga ninguna pues los trabajos de su marido, esporádicos y por su cuenta, no tenían cobertura social alguna.
Conocedores de todo ello, los oficiales de una herrería donde había entrado de aprendiz el mayor de sus hijos, le construyeron una especie de carrillo de mano articulado para llevar la caja, lo que hacia sus viajes más llevaderos.
Con el paso de los años, e instalado un pequeño mercado de abastos en el lugar, el Ayuntamiento le cedió de forma gratuita un pequeño puesto, para ejercer allí su labor de pescadera.
Podríamos decir, parafraseando el título del cuadro de Sorolla !Y dicen que el pescado es caro!
El de MADRE LUCIA…………!Siempre fue barato!