Magdalena Melijosa, que había nacido en 1868, llegó a Llanes a la edad de 16 años a bordo del “México” y en compañía de su madre y hermanos. Provenía de Santander, de donde con anterioridad y a remo, había venido a la villa, para quedarse, su padre, Nicolás Melijosa Mendiola. “El Parráu”, apodo por el que era conocido, destacó por haber implantado nuevos sistemas de pesca y descubierto caladeros.
A pesar de la competencia de su padre y de sus hermanos, Manuel y Joselito, que fueron muy jóvenes a la mar, los beneficios de la pesca no daban para el sustento de la familia, así que Magdalena, según ella contó cuando ya era una anciana a “El Oriente de Asturias”, se dedicó, junto a otras chicas, a quitar piedras del canal y “apaletar” arena para dejar el cauce limpio, lo que les valió el sobrenombre de “las dragas del puerto”. A cambio de aquellos duros trabajos recibía una peseta diaria, y en dicho sueldo estaba incluido descargar los barcos “México” y “Rosario”, cuando estos atracaban en nuestro puerto. Añadía, que pagaban mejor alijar los sacos de sal que llegaban en los barcos de vela, pero pesaban demasiado para ella.
También, recogió cargas de mineral de las minas de Vidiago y Bolao y cargó piedras para la construcción del malecón del puerto.
Después, cuando ya fue perdiendo la fuerza de la juventud lavaba la ropa de los P.P. Agustinos, fregaba el suelo del Casino, por entonces sito en donde luego estaría la confitería Parás, así como el suelo de la iglesia parroquial.
Magdalena, que fue muy cortejada, permaneció soltera, primero para ayudar a su madre con sus hermanos y luego para ayudar a éstos con sus hijos y nietos.
Y, tras más de 70 años dedicada a su familia y a penosos trabajos tan ingratamente pagados, ni siquiera fue recompensada con el auxilio a la vejez.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
Imagen, Archivo Fernando Suárez Cue
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