Manuel Sordo nació en Puertas de Vidiago en 1883. A los 7 años dejó la escuela y empezó a trabajar de pastor en el Cuera, también fue a la Tejera. A los 13 años, gracias a la ayuda de un hermano de su padre, emigró a México. Allí, trabajó en el negocio de abarrotes de su tío. Diez años más tarde, gracias a su dedicación y esfuerzo, logró abrir su propia tienda en una localidad del Estado de Morelos.
Se enamoró de una joven mejicana, Josefina Torrescano, con la que se casó y tuvo un hijo, Manolín, que nació en 1910, coincidiendo con los tiempos de la Revolución encabezada por Zapata y Pancho Villa.
De nada le sirvió a Sordo conocer a Zapata, pues su tienda fue confiscada y él secuestrado. Tras una negociación, se vio libre y en una cabalgadura llegó a la frontera con el Estado de México y de allí, en ferrocarril, a la capital.
Empezó a trabajar en un hotel, y tuvo la suerte de que otro indiano de Purón, Vicente Sordo, le prestara dinero para comprar un hotelito, “Hotel Barcelona”, sito en un lugar muy céntrico, a 300 metros del Zócalo. Le va muy bien en este nuevo negocio, así que devuelve al préstamo y amplía el hotel.
En 1921, llega a Riego, donde viven ahora sus padres y sus tres hermanos, regresando a la capital azteca en compañía de dos de sus tres hermanos.
Dos años más tarde, vuelve con su hijo, al que matrícula en el colegio de la Encarnación de la Villa Llanisca.
Siendo su sueño mejorar la vida de los suyos y hacerse agricultor y ganadero, compra una casa en Riego, junto a la capilla de San Pedro, que reforma, y a la que traslada a sus padres, hijo y un hermano. A partir de entonces empieza a pasar largas temporadas en España y solo acude a México a atender sus negocios.
Ya siendo residente en Riego, y sin la compañía de su esposa, que prefirió continuar en su tierra, compra vacas, que importa de Suiza y en las mejores ferias de ganado, y más terrenos. Su cuadra, a la que llaman “La Cuadrona”, se hace famosa por la calidad de su ganando, el cual gana concursos. También, planta maíz, patatas, alubias, cebollas, ajos y árboles frutales y adquiere gallinas y cerdos. Eran muy renombradas sus comidas conocidas como de “la Morcilla”, a las que invitaba mucha gente.
Y, así, pasó Manuel Sordo el resto de sus días, dedicándose a lo que le gustaba y disfrutando de nietos y bisnietos.
Falleció a los 95 años.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
Imágenes, “ Valentín Orejas y “El Oriente de Asturias”
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