Si les digo que pretendo que me acompañen a dar un paseo por un camino que tiene vistas a la montaña, atraviesa un río y acaba en una playa, les resultará difícil adivinar a que lugar pretendo encaminarlos, pero si añado que vamos a partir bordeando un paradigma de la arquitectura de hierro y cristal, que fue en su tiempo una novedad absoluta en el Concejo, se darán cuenta de que intento guiarlos a la Playa de Vidiago desde Pendueles.
Así, dejando atrás la ruinas del Palacio de Mendoza Cortina, con sus armazones herrumbrosos, su abandonado jardín y todavía con las iniciales del conde en la puerta de entrada, nos desviamos a la derecha, subimos una cuesta, tomamos el ramal de la izquierda y entre muros de casas y fincas, yéndose los ojos a los simétricos setos que las cierran y adornan, a las madreselvas, hortensias y parras, y con el Cuera al oeste y al sur la sierra plana de la Borbolla, también paralela al mar, llegamos a una larga recta de cultivos y praderías donde las vacas y terneros nos fijan unos instantes la mirada para volver rápidamente a lo suyo.
Unos pasos más y nos encontramos con una bifurcación y tras optar por el brazo izquierdo, empezamos a bajar y nos percatamos de que el paisaje cambia al toparnos con cuidadas huertas, higueras, con su olor a final de verano y asediadas por mirlos, y pomaradas. Seguidamente, se presenta una pendiente escalera con pasamanos de madera que nos interna en una espesura de sombra y de humedad hasta el rio Novales, cuyas aguas hicieron en otros tiempos funcionar molinos de harina, y que marca la frontera entre Pendueles y Vidiago.
Una vez superado el último escalón e inmersos en una arboleda en la que destacan avellanos, fresnos y castaños que no pueden con sus frutos, cruzamos el Novales por una pasarela, y ya canalizado y vallado lo seguimos desembocando con él en la playa de Vidiago, que toma el nombre del río, aunque también es conocida como Bretones, quizá como una reminiscencia de las migraciones a nuestras costas, en el siglo IV ,del pueblo celta de la actual Gran Bretaña.
Y si la visión de este arenal escondido en una recogida ensenada y dividido en dos por un saliente rocoso, no les parece suficiente les recomiendo subir acantilado arriba por una escalera de piedra en fuerte pendiente, pero bien protegida por barandillas, y descubrir una suerte de mirador sobre el mar, el camping “La Paz”.
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