Desde la antigüedad se lanzaron al mar mensajes encerrados en botellas, que como todos los envases de vidrio son tan frágiles como imposibles de hundir.
Datan el primer mensaje enviado de esa manera en el año 310 a. C, y se cree que su autor fue el filósofo griego Theophrastus, alumno de Aristóteles, con el objeto de probar que las aguas del Mar Mediterráneo estaban formadas por un flujo que venía del Atlántico.
Esa suerte de medio de comunicación se ha utilizado para enviar mensajes de socorro, para estudios científicos, para informar de expediciones…incluso para declarar el amor a alguien.
Aunque existen documentados algunos curiosos y sorprendentes casos, encontrarse un mensaje dentro de una botella en la orilla de la playa parece algo de película, ya que son muy escasas las posibilidades de que lleguen a una costa a miles de kilómetros y, además, sean leídos por otras personas.
Entonces, ¿por qué la gente sigue haciéndolo?.
Imagen, Valentín Orejas
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