LA CACA DE ORO
No sé si el título de este artículo os va a gustar, queridos amigos, pero voy a intentar explicarlo esperando que sea de vuestro interés, ya que hablaremos de cetáceos, de las ballenas en general y de los cachalotes en particular, mamíferos marinos a los que históricamente nuestra Villa estuvo muy ligada a ellos allá por en el atardecer de los tiempos.
Para empezar a situarnos sepamos qué:
Cetáceo: Del griego “ketos”, quiere decir “monstruo marino” o “pez grande”.
Ballena: Del griego “balleín”, quiere decir “lanzar”, en alusión a su peculiar surtidor.
Cachalote: Del griego “katodón” (kata=base y don=diente), en alusión a la presencia de dientes en su mandíbula inferior, y dentro de la familia de los cetáceos dentados, presenta de 17 a 29 pares de gruesos dientes cónicos y de gran tamaño, ya que en algunos machos adultos pueden alcanzar los 25 cm. de longitud y 1 kg. de peso.
El cachalote, como algunos mamíferos terrestres, posee cuatro estómagos bien diferenciados, y de los solamente vamos a hablar de dos de ellos, que son los que nos interesan en este comentario.
En el primero, nuestro protagonista almacena todos los alimentos que va capturando, siendo uno de ellos y el más exquisito, el energético calamar, los cuales se los traga enteros, vivitos y coleando, pudiendo ir a buscarlos hasta profundidades de 3.000 m. … ¡Extraordinario!
Posteriormente los pasa a un segundo estómago, donde unos fortísimos ácidos los despiezan y reducen una pulpa alimenticia, ayudado por una verdadera y activa turba de gusanos denominados “nematodos”.
Nematodos: Del griego “nema” (hilo) y “eidés” (oído). Son gusanos redondos de vida libre o parasitaria, tanto de animales como de vegetales.
Tras estabilizarse en los otros dos estómagos, la masa alimenticia entra en los intestinos donde comienza el proceso de asimilación y absorción de los nutrientes que van a hacer posible el desarrollo y la vida de este fantástico y colosal mamífero marino.
Por ahora todo parece normal, pero es a partir de este momento cuando el organismo de este animal (con perdón), comienza a “negociar” el alimento de una manera especial y que no se da en ninguna otra especie de mamíferos, ya sean marinos o terrestres.
Como ya hemos dicho, el cachalote se traga los calamares enteros y en su proceso digestivo se encuentra con los brillantes y quebradizos picos bucales de estos cefalópodos, que por afilada dureza son imposibles de digerir. Se han llegado a encontrar hasta 18.000 de estos picos en el estómago de un cachalote muerto, por lo que, para evitar males mayores, el sistema digestivo de estos cetáceos comienza a segregar una especie de bilis que los envuelve para así facilitar su avance por todo el recorrido intestinal.
La reacción química que se efectúa durante todo este notable proceso, y aunque todavía no se sabe exactamente su origen, va a producir la base para la formación de lo que posteriormente será el “ámbar gris”, una secreción producida, como ya hemos dicho por el cachalote, ceroso e inflamable, de color gris mate o negruzco, con tonalidades variadas como el mármol, presentando un olor peculiar, entre dulce y terroso, parecido al del almizcle y al del alcohol isopropílico.
Ámbar, del árabe “Al ambar” quiere decir “lo que flota en la Mar”.
No hay que confundirlo con el “ámbar amarillo” o “succino” (del latín succinum = ambar) que es una piedra preciosa, resultante de la fosilización de resinas vegetales proveniente principalmente de restos de coníferas.
En Asturias, el doctor Gaspar Casal y Julián (1680 – 1759), médico de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo, descubre, prueba y examina con gran solicitud y con fines terapéuticos, el llamado, “succino asturiano”, y que reflejados en las “Memorias de Historia Natural y Médica del Principado de Asturias”, relaciona este material con el tratamiento y cura de la “pelagra” o “mal de la rosa”, también denominada en otros ambientes médicos como la “lepra asturiensis”
Pero como esto es otra cosa, volvamos a lo nuestro.
Expulsada del cuerpo del cachalote esa masa primigenia por vía natural (recto-anal), aparece con una textura esponjosa y ligera similar a la de la turba o la de la resina del cannabis, con un color entre gris y marrón, y un olor entre acre y almizcleño, de origen de manera clara animal y que definitivamente ataca la nariz con gran fuerza.
Pero no termina aquí su proceso, pues una vez expulsado y por ser más ligero que el agua del mar, puede pasarse flotando en ellas meses e inclusive años, donde lentamente se va oxidando hasta endurecerse y fragmentarse en diferentes pedazos dentro de los cuales incluso pueden llegar a verse los restos de los pedacitos de los picos de los calamares que contienen, dándoles unos curiosos colores veteados en las diferentes capas que presentan.
Este es el ámbar gris, que siendo uno de los productos más preciados que puede encontrarse en cualquier animal, un producto casi o más apreciado que el oro y los diamantes, y que alguien lo había comparado con la impureza que implantada en el seno de una ostra termina por ofrecer una perla, es nada más ni nada menos que… ¡Excremento de ballena!
Una antigua idea, fomentó la creencia que la membrana que contenía el ámbar gris estaba situada en la base del pene de las ballenas, deduciendo por lo tanto la errónea y chauvinista idea de que solo el cachalote macho eran los únicos que podían producir este elemento.
El elemento activo del ámbar gris es un colesterol graso y cristalino denominado “ambrein”, que tiene entre sus cualidades, la propiedad de fijar en su interior los aceites volátiles, inclusive los más finos, para luego ir desprendiéndolos lentamente.
Esta cualidad es lo que hace que el ámbar gris como un metal precioso, haya sido utilizado por los humanos durante mucho tiempo, y aunque su origen ha sido todo un misterio, ha conservado su valor lo largo del tiempo, y que siga siendo, hoy en día, un elemento irremplazable en la elaboración de perfumes, aunque si bien es cierto que se han elaborado sustitutos sintéticos, tales como el “Ambroxán”, que aunque se sigue usando ocasionalmente como fijador en perfumería, los resultados obtenidos no llegan ni como mucho a los que da el elemento natural que, por su habilidad para absorber, intensificar y capturar las fragancias más volátiles, para ir posteriormente desprendiéndolas, intensificadas, a veces durante años, es insustituible, hasta tal punto, que es también conocido, dicho ámbar, por el sobrenombre de “oro flotante”.
Los antiguos chinos la llamaban “lung sien hiang”, (“Aroma del Dragón”), y lo utilizaban sobre todo para especiar el vino.
Los marineros, mucho más prosaicos, lo utilizaban como laxante, ya que prácticos y listos, “maruxadas”, las justas.
Todas las grandes empresas de perfumería francesas, como pueden ser Chanel, Christian Dior, Givenchy y hasta el mismísimo Yves Saint-Laurent, siguen elaborando sus exquisitos aromas, partiendo de este componente tan misterioso, de forma que, si alguno de vosotros/tras lleva puesto un perfume procedente de alguna de las mencionadas firmas, en el fondo esté despidiendo un ligero aroma a “caca de cachalote”.
¡Vaya, o por lo menos eso creo yo!
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos.
Fernando Suárez Cué
Foto (1) El ‘vómito de ballena’. Ámbar gris.
Foto (2) ‘Ámbar gris’. Utilizado por los humanos desde hace mucho tiempo, aunque su origen fuera un verdadero misterio.
Foto (3) Arrastrado por los vientos y mareas.
Foto (4) Espectacular tamaño de un ámbar gris.

Foto (1) El ‘vomito de ballena’. Ambar gris

Foto (2) ‘Ambar gris’. Utilizado por los humanos desde hace mucho tiempo aunque su origen fuera un verdadero misterio

Foto (3) Arrastrado por los vientos y mareas
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