Sucede a veces que la sombra de un padre puede ser muy alargada y eso seguramente le ocurrió a don Ramón Gavito Noriega, que en su tiempo fue uno de los hombres más prestigiosos de la comarca y por quien todos sentían verdadero afecto y simpatía.
Era hijo de Egidio Gavito Bustamante, prócer de Poo y recordado alcalde de Llanes, cuya estatua se puede contemplar en el campo de la iglesia de San Vicente de dicho pueblo llanisco, y de Benita Noriega Rodríguez, matrimonio que, además de nuestro protagonista, tuvo cinco hijos más, Ramona, Antonio, Juan, María de la Concepción y María de la Consolación.
Ramón había nacido en Poo en 1858 y emigró muy joven, junto a su hermano Juan, a Puebla de los Ángeles, ciudad de México, que se fundó en 1531 como pueblo de españoles y donde sus textiles alcanzaron gran fama, siendo primero los de seda, después los de lana y más tarde los de algodón.
Ramón fue responsable, junto a su hermano Antonio y otros parientes como Egidio Gavito de la Fuente, de la administración de tres factorías textiles, dos en Puebla, “la Independencia” y “la Guía”, dedicada a la virgen encontrada en la mar y a la que los llaniscos tienen tanta devoción, y otra en Atlixco, “la Carolina”.
Asimismo, tenía participaciones en otros negocios como minas, bancos, industrias azucareras, maderas, bebidas, eléctricas.
Allí, ayudó con sus espléndidos donativos al sostenimiento de la Sociedad Española de Beneficencia y al Casino Español.
Tampoco, le faltó generosidad con su pueblo natal, al que sus vecinos deben parte del alumbrado público, reformas de su iglesia y mejoras de las escuelas.
Se casó con Adela Méndez Carreño, y tuvo tres hijos, Egidio, Aurelia y María Luisa.
En el mes de febrero de 1909, Ramón pasó algunos días al lado de su padre que se encontraba delicado de salud, al cual, según recogió “El Oriente de Asturias”, dejó al irse muy aliviado.
La segunda vez que aquel año regresó a su entrañable Poo, ya no lo abandonaría, pues falleció repentinamente el 9 de octubre de 1909, contaba 51 años de edad.
Entresacamos de la larga y sentida necrológica, que escribió “El Oriente de Asturias”, lo siguiente:
“ He aquí el nombre de un llanisco singular, cuya grandeza de alma corría pareja con la bondad de su corazón. Amantísimo para los propios, era pródigo y caritativo, hasta la saciedad, con los extraños.
Poo recordará eternamente el nombre de su más distinguido benefactor, al que debe el alumbrado público, así como gran parte de las mejoras realizadas en su enseñanza, en la iglesia y demás servicios públicos, aparte de las cuantiosas limosnas que repartía en lo particular.
Dotado de un genio comercial de primer orden, triunfó en las grandes empresas industriales y mercantiles a que hizo frente aquel coloso del ingenio”.
También, “El Pueblo” se hizo eco de la triste y gran pérdida:
“El sábado último, a las cuatro de la tarde, fue la conducción del cadáver de don Ramón Gavito al cementerio de Poo, cuyo féretro iba adornado con valiosas coronas y cintas, en las que se veían sentidas dedicatorias, llevándolas cuatro verdaderos amigos del finado.
Tanta era la concurrencia, especialmente de hombres procedentes de este concejo y de los limítrofes, que el tránsito desde el pueblo al cementerio se hacía casi imposible, concurrencia que no fue menor el jueves con motivo de la solemne misa de entierro celebrada en sufragio del señor Gavito.
El Casino y las escuelas públicas, de las que fue pródigo benefactor, vestían de luto.
La respetable familia de don Ramón, que en paz descanse, está recibiendo con tan infausto motivo inequívocas pruebas del afecto que en el país se le profesa; y nosotros, al reiterarle nuestro más profundo pésame, pedimos a Dios un puesto en la gloria para el muerto, y resignación cristiana para sus apreciados deudos, amigos y favorecidos”.
A mayor abundamiento, dichos semanarios fueron recogiendo poesías dedicadas al sobresaliente hijo de Poo. Entre ellas, destaca la del literato Demetrio Pola, amigo de la infancia:
“Círculo estrecho el pueblo en que naciste.
Para extender audaz y libre vuelo.
Dejaste un día de la patria el suelo.
Y el mar cruzaste y a otras playas fuiste.
En ellas sin descanso combatiste.
Estimulado por un noble anhelo.
Y como justo galardón del cielo
ser opulento indiano conseguiste.
De espíritu altruista, al mal ajeno.
Noble, sencillo, de bondad dechado,
Yo me pregunto de amargura lleno,
Al mirar que a enterrarte eres llevado:
¿Por qué tan pronto marchará el que es bueno?
¿Por qué tan tarde marchará el malvado?
Su padre, Don Egidio Gavito Bustamante, apenas le sobrevivió unos meses.
Fuentes, “El Oriente de Asturias” y “El Pueblo”
Imágenes, Valentín Orejas
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