BUCEANDO EN “EL PUEBLO” AÑO 1912
“Sería mucho de extrañar que los relojes de esta Villa, donde tantas cosas se llevan mal, marcharan bien, uniditos, como dueños y prototipos de la exactitud; pero ¡quiá!. Si uno se guía por el del colegio llega tarde a la estación, si por el de la estación, que como independiente marcha mejor, pierde la hora de oficina en el ayuntamiento, si por el de éste llega tarde a misa, si por el de la iglesia, no llega oportuno a la entrevista amorosa, que pudiera tener.
¿En qué quedamos?. Andar mal el de la iglesia no debe extrañarnos. El del colegio: bueno. Pero el del ayuntamiento, ahora que los ediles marcan tan bien sus funciones, sería raro. La única falta que le pone el relojero encargado es que tiene encogidas las péndolas, por lo que lo procedente es que se las estire y desencoja. Una de las cosas que dan nota del carácter de su poseedor. Si anda adelantado su dueño es un loco, si atrasado un perezoso. Los mejores indudablemente son los gnomon o la clepsidra. En suma ¿por qué camino seguir? ¿perder la misa? ¿perder el tren? ¿perder la oficina? ¿perder la cita amorosa?. Tienes la palabra, lector, aunque lo mejor sería perderlos de vista. Guiarnos por el sol, solo por el sol, sin saber qué es el tiempo, ni la hora en que vivimos, ni si se acerca la muerte o viene la vida o el caos. Pudiera hacer una divagación científico filosófica, pero el momento pasará y el lugar que hacía falta llenar será ocupado.
Si este periódico llega tarde a tus manos, no culpes más que a los locos relojes de esta villa, pues él es puntual como galán enamorado de su capricho”.
Imágenes, Valentín Orejas
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