Creo sinceramente, que la nuestra, nuestra generación ha sido única e insustituible.
Tuvimos unos padres y abuelos que acababan de salir de una “confrontación entre nosotros”, y con trabajo y abnegación salieron de una cierta dificultad, algunas veces de miseria para darnos a nosotros lo que ellos no tuvieron.
Y hasta ahí llego, pues no me quiero meter en politiqueos, aunque tengo mis propias ideas, pero es que el caso no viene a cuento.
Nuestra educación no se parece en nada a las que están soportando los críos de hoy, que no se si es mejor (tengo mi opinión como todos), o peor, pero es totalmente diferente, pues se nos enseñaba a ser responsables de nuestros actos, ante nuestros educadores (maestros y profesores) y familiares, ya fueran del grado que “fueriesen”.
No sé si alguna vez os dije que el hombre que más admiré en este mundo fue a mi padre Fernando Suárez González, y tras él, y a muy poca distancia mi tío Baltasar Cué de la Fuente (“tiu Batá”), y como la narración va con él…
Os cuento:
Una tarde de verano (ahora viene lo de guapa, luminosa, tranquila y serena), me llevó mi tiu a pescar, a caña, desde la punta desde Levante cierra la playa de “Puertu Chicu”, donde hoy se levanta el camping “Entreplayas”
La tarde iba prometiendo, ya que, si no recuerdo mal, mi tiu levantó unos buenos “xaragos”, y yo varias “llisas”, hasta que oímos unos gritos y dirigiendo la vista hacia donde provenían, vimos venir a mi tía María Fernanda Gutiérrez (tía “More”), que llegaba acompañada por mis primos Covadonga (“Covadonguina”), María Jesús (“Chus”) y Javier trayendo la merienda para todos. Cocinaba como para la mesa de los “Querubines”
En cuanto los vi, me fui hacia ellos y allí estuvimos enredando, jugando y merendando hasta que, arribada la tarde, mi tiu Baltasar dio la orden de retirada.
Y allá nos fuimos, “pian pianito”, hasta la Villa, felices y contentos, sobre todo yo por estar con mis primos.
Una vez en el puente, mi tiu, dijo…” Fernandín, vamos hasta La Moría a dejar las…. ¿Dónde está la tu caña?
Si en aquel momento me rajan, no sale ni una gota de sangre, por lo que con una voz más que de soplillo, le dije…” Me la deje en Puertu Chicu”.
Me miró, y sin alzar la voz, me dijo…” Pues ya puedes ir a por ella”
Sin “gorgutír” ni una sola palabra, y con más vergüenza que miedo, (en aquellos tiempos una vez pasados los chales ya no se veía luz alguna) arranque camino del muelle, subiendo por la rampa hasta la “Tijerina” y de ahí, bordeando “Puertu Chico” hasta la punta, donde efectivamente había dejado mi caña y mi cesto.
De regreso al puente, allí estaba esperándome tiu Bata, charlando con unos amigos y sin decir ninguna palabra recriminatoria, me echó el brazo por el hombro y nos dirigimos los dos juntos a “Santana” a guardar las cañas.
Años después, supe que tiu Batá no tenía ni la más mínima intención de dejarme solo, por lo que arrancó detrás de mi vigilando que no tuviera un percance, y cuando volvíamos, me adelantó, con el fin de esperarme en el puente como si no hubiera ocurrido nada.
No sé si habré podido explicar, para que me entendierais, la lección que en aquel momento me dio. No sé si fue buena o mala, pues hoy día algún analista sobre la educación infantil nos la puede armar “orinando fuera del tiesto”, porque en mi opinión, personal y modesta, un niño es un niño, no es un dios, y hay que “enseñar al que no sabe”.
En fin, el resultado fue, que no me encontré en ningún momento violentado, avasallado despreciado o abandonado a mi negra suerte, avergonzado sí, y aunque cuando iba a buscar la caña no me llegaba la camisa al cuerpo, pues como he dicho antes, una vez salvados los chales de San Antón, las únicas luces que podías distinguir, y muy lejos eran las de Cué, esa situación no me produjo ningún tipo de trauma, y la recuerdo hoy en día con mucha nostalgia
Lo que sí es verdad, es que, con mis 11 años, no se me volvió a olvidar la caña en la vida.
¡Que tiu, era mi tiu Batá!
Buena Mar y hasta la vista amigos
Qué voy a decir yo de tío Batá, para mí tío Baltasar y de mi tía More (jontoriana, hermana de mi padre). Qué recuerdos de aquella infancia cuando mi hermana Caminó y yo íbamos a la a cabalgata de Reyes. Era el santo de Baltasar. Pasábamos dos o tres días en su casa (encima del bar lo a Puerta del Sol) y aquello era una fiesta. Íbamos con otras dos tías de Hontoria y allí celebrábamos aquella fiesta a la que se unía otra tía tuya, María Luisa Cue con Covadonguina(+), María Jesús (+), Javier, Marifé y Angelín(+).
Y cómo cocinaba mi tía. En su casa, casa que se incendió, (cuando vivían al lado del bar La Gloria) comí no sé si un año o dos en los inicios del Instituto (1962-63). Y qué voy a decir de tío Batá y de Santa Rita. Y termino porque me alargó en exceso. Nunca se me olvida cuando un día me dice: -Qué te gusta a ti.
Y le contesto: -La poesía.
Respuesta- Eso no te sirve para nada.
Y otra:- ¿Quieres venir al banco a trabajar?
Respuesta: -Quiero ser maestru.
Disculpa todo esto que tal vez no venga a cuento pero ¡qué recuerdos! Buenos recuerdos de aquellos tiempos.