EL CHALÉ DE DOÑA NATI | LA FORTUNA QUE VINO DEL MAR

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En Poo, enfrente de la bolera, perdura a duras penas, tras una mermada  y herrumbrosa verja rematada por lanzas y coronada por una poética lira, una casa de bajo, principal y desván y espaciosas caballerizas al fondo.

Esta propiedad fue construida por el indiano de México Juan Gavito Bustamante, hermano del benefactor de Poo y Alcalde de Llanes, Egidio Gavito Bustamante.

Don Juan se había casado con su sobrina Joaquina, hija de don Egidio, y edificó la que sería su casa en su  pueblo natal, en terreno colindante al de Egidio Gavito de la Fuente, el cual se había casado con Ramona Gavito Noriega, hermana de su esposa.

Al morir Juan, Joaquina contrajo nuevas nupcias con otro indiano, Ubaldo Barrera, el cual era propietario de fincas rústicas y urbanas en Sonora, ciudad mejicana en la frontera con Estados Unidos.

Joaquina y Ubaldo fueron padres de cinco hijos, cuatro chicas, Pilar, Natividad, Conchita y Benita, y un chico, con el mismo nombre que su padre, Ubaldo.

En el año 1883, Joaquina murió de unas fiebres, y seguidamente de la misma enfermedad murieron cuatro de sus cinco hijos, sobreviviendo Natividad, la cual  fue enviada a España y quedó  a cargo de su abuelo, don Egidio. El padre continuó en México, donde falleció.

Natividad contrajo matrimonio con Faustino Junco González, natural de Balmori. Doña Nati, como era conocida, fue una mujer que cuidaba mucho su aspecto y no era persona muy fácil en las relaciones sociales. Mantuvo cierta rivalidad con su prima Amelia, que en broma la apodaba “la marquesa de la cresta”, en alusión a su siempre esmerado peinado. Amelia Gavito Gavito, una mujer adelantada a su tiempo, de viva imaginación y de acertada pluma, llegando a ganar algún premio por sus escritos, era hija de una hermana de la madre de doña Nati, Ramona.

Al no tener descendencia, legó en su testamento la casa al Arzobispado.

En la actualidad, la que fuera tan magnífica propiedad, que ha sido saqueada en más de una ocasión, se encuentra en un lamentable abandono.

Fuente, “El Oriente de Asturias” 

Imagen, Valentín Orejas

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