ESCRIBANO, NOTARIO, ARMADOR Y MARINERO

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Siempre he leído que don Francisco García Ruenes, uno de los personajes llaniscos más populares del siglo XIX, al que conocían como “Fallo”, ejercía como escribano, notario, armador y marinero, y que cumplía a la perfección con todas la exigencias de estas profesiones y oficios.

Y por esa ejecución excelente de tantos y variados trabajos siempre me he preguntado: ¿De dónde sacaría el tiempo don Francisco?

Leyendo unos  antiguos artículos de Demetrio Pola,  publicados en “El Oriente de Asturias”, encontré la respuesta.

A través de las líneas de aquel poeta y literato llanisco me fue fácil imaginar a Don Francisco con su aspecto rudo, característico de un verdadero hombre de mar, de un hijo de mareante, levantándose a las 3 de la madrugada para despachar los asuntos del juzgado y de la notaría con gran rapidez, ya que era un magnífico redactor y no se iba por las ramas. 

Sobre las 9 entregaría los papeles a sus oficiales para que los pasaran a limpio, y él quedaría libre para irse al arenal, que luego sería la dársena, para construir barcos. Allí, se dirigiría los días de buen tiempo, los otros trabajaría en el atrio de la Capilla de Santa Ana. Tampoco, es difícil fantasear con verlo calentar el alquitrán en un gran pote, calafatear y pintar, y siempre acompañado por su “lugarteniente”, Silvestre Peláez.

En aquella suerte de dique construyó el patache “San Francisco”, “El Carrocedo”, el quechamarín “Magdalena” y la gran lancha “Las Lindes”.

Después, tocaría comer, y luego, si el tiempo y la mar lo permitían, desatracaría su bote del muelle para irse a pescar, siempre solo. 

Al caer la tarde regresaría a tierra, a veces con capturas y otras sin ellas, y se pasaría por el cajón del puente del viejo zapatero Juan de Cue, “ el Cíano”, del que era muy amigo.

Al anochecer, como no podía ser de otra manera, se iría a descansar para volver al tajo a las 3 de la madrugada.

También, recoge Pola que el mayor placer de “Fallo” era dar trabajo, que pagaba muy bien y a la semana, por lo que se le quería y respetaba.

Y cuentan que esa fue la principal razón por la cual construyó un gran edificio sobre el pozo del Alloral y otros sobre los peñascales del Fuerte, los cuales quedaron destruidos por las olas.

 

Imágenes, “El Oriente de Asturias” y Archivo Fernando Suárez Cue

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