Es la acción de “ponerse al pairo” o “pairear”, cuando partiendo de esa idea, nos encontramos con otras dos terminologías, que son bases para discusión, ya que parece que no se ponen de acuerdo ciertos especialistas, pues defienden que son toda la misma acción.
Estas dos acepciones son “facha” y “capa”, que, en el fondo, y es una muy personal opinión, la acción de “fachear”, o de “ponerse a la capa”, no creo que sean exactamente iguales, aunque en cierto modo parezcan muy semejantes.
A mi entender, si ponerse “al pairo” es detener totalmente el barco, de forma que no se desplace sobre su vertical, y “aguante el tipo”, “en facha” o “fachear”, según mi criterio, es colocar el barco de tal forma que disminuya sensiblemente su andar, y además, como apenas deriva, no deja de ser la operación óptima para esperar a la embarcación con la que se “navega en conserva”, o para permitir el alcance de otro que viene a su popa con el fin de ponerse “al habla”, para intercambiar opiniones, para transbordar pasajeros, para recoger algún bote auxiliar, u para cualquier otra comisión o servicio que fuera menester, y que por cierto es una verdadera gozada, y que te arma de poder, el detener un velero hasta pararlo, y volverlo a “arrancar”, cuando te place, jugando tan solo con la orientación de las velas y la posición del timón
Respecto ponerse “a la capa”, esta se emplea cuando se navega habiendo mucha Mar, y vientos muy fuertes, con direcciones distintas a nuestra derrota, y por lo tanto haciendo imposible el “barloventear”, por lo que iniciaríamos la maniobra de ceñir al viento de la mejor forma, siempre según las características marineras del barco, y con el aparejo más conveniente, con el fin de que el barco haga el menor, pero más seguro camino posible, y sin caer mucho a sotavento, para poder maniobrar las olas.
Cuando el timón está totalmente a barlovento se dice que es “capa cerrada”, pero si el timón lo llevamos en posición de ceñida y cerramos más la vela mayor, el barco aumenta su velocidad y estaremos en lo que llamamos “capa corrida”. Tanto la capa cerrada como la capa corrida son dos buenas maneras de enfrentarse a capear un temporal.
Ha esta acción, los viejos marineros que conocí, la llamaban “capear el temporal”.
Uno de los primeros y grandes navegantes en solitario que existieron, fue el gran deportista y navegante argentino Vito Dumas, que parece ser también fue el primero en propagar la fórmula de capear el temporal, pero dejándose llevar por los vientos, cuando no podía o era muy difícil enfrentarse a ellos, para en el momento oportuno volver a recuperar su rumbo. Es lo que algunos denominan “correr el temporal”.
En líneas generales podemos decir que el mal tiempo en la Mar es aquel en que las condiciones de navegación no son agradables, ya sea por la ausencia de sol, por la lluvia, por el viento, por el estado de la Mar, por el frío o por otras condiciones adversas.
La palabra «temporal», según el diccionario de la R.A.E., significa «tempestad» y esta a su vez significa “tormenta grande”, especialmente marina, con vientos de extraordinaria fuerza.
En la “Escala Beaufort”, «temporal» corresponde al grado 8: El viento sopla entre 32 y 37 nudos (59 a 68 km/h o 17 a 19 m/s), y de las crestas de las olas se desprenden rociones. La espuma es arrastrada en nubes blancas. En tierra se rompen las ramas delgadas de los árboles. Se hace muy difícil caminar contra el viento.
Para este fin y en estas condiciones, o sea, para estar a “la capa”, los veleros portan las llamadas “velas de capa”, entre las que se cuentan la “mesana de capa” y la “mayor de capa”, aunque la más característica y conocida es la “trinquetilla”, o “tormentín”, que es una vela pensada para ser izada en caso de temporal, pues es capaz de soportar fuertes vientos y grandes olas debido a su diseño y fabricación, ya que están fabricadas con telas de alto gramaje para poder aguantar los embates del mar y del viento.
Normalmente, y como medida de seguridad en la Mar, acostumbran a ser de color naranja, para que la embarcación se pueda avistar desde lejos.
Esta vela, la “trinquetilla” o “tormentín” es a la que nuestros antiguos denominaban con los expresivos nombres de “Virgen Santa”, o “Madre de Dios”. Ya os podéis imaginar el porqué.
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos.
Fernando Suárez Cué
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