ICTIOACANTOTOXICOSIS

por

 

-F. Ictioacantotoxicosis… ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo al oír la palabreja compañerinos? Pues que no se asuste ni excite el personal, es nada más que la denominación que se la da al envenenamiento producido por heridas punzantes de espinas de peces “venenosos”. O sea, lo que produce el pinchazo de nuestro conocido “pez escorpión”, y algún otro que a la “chita callando”, nos puede producir una avería mayor de la que quisiéramos,

-T. No nos vengas con estas cosas, que no sabes ni lo que es.

-F. Totalmente de acuerdo, lo estuve leyendo anoche, por eso lo sé ahora, así que dejadme presumir un poquitín

-R. Bueno, pues no le des más vueltas y explícanoslo.

-F. Pues veréis, es el envenenamiento producido por este tipo de peces, que no es que sean mayoritariamente comunes en nuestra costa, pero como “haberlos haylos”, se dan muchos casos en que los que están involucrados son el anteriormente citado “escorpión”, el “cabrachu”, el “tiñosu”, el “chuchu” y, aunque no lo parezca el “rape”, el “besugo”, la “merluza”, y nos queda aquí por nombrar a casi todos los habitantes de la Mar salada, incluidas el simpático y humilde “panchín”, y la riquísima “xugla”

No hay antídoto específico, o suero antivenenoso contra este tipo de ataques, incluido el veneno del famoso “pez piedra” el más venenoso de todos los mares y uno de los animales más peligrosos del mundo, con un veneno más potente, o por lo menos igual al de la cobra, pero bueno, como solo se encuentra en Australia y alrededores, y como no se le ha visto nuestras playas, incluida “Puertu Chicu” … ¡Pues eso!… ¡Ni lo contamos!

Por lo tanto, vamos a empezar por nuestro “pez escorpión” (“tachinus draco”, anda que el nombrecito), frecuente en nuestras costas, y para que comprendamos lo famoso que es, se le denomina, con otros varios nombres como son: “pez dragón”, “pez araña”, “faneca brava”, “escarapote”, “salbirón” ó “salvario”.

-P. Mira por dónde. Sigue, sigue, que igual nos asombras.

-F. Mide entre 10 y 40 cm., y acostumbra a enterrarse en la arena, dejando solo visibles los ojos y su aleta dorsal, formada por tres radios espinosos unidos por una membrana de color negro, altamente llamativa. El peligro que conllevan es que en esa situación pueden ser pisados accidentalmente, produciendo en ese momento la descarga del veneno a través de unos tubos capilares que recorren longitudinalmente el interior de las espinas, desde su base en donde se encuentra la bolsa de almacenamiento del veneno hasta la punta, que es por donde lo expulsa. Además, y para que no le falte nada a nuestro amiguito, porta dos aguijones extremadamente duros y también venenosos, en los bordes de cada uno de sus opérculos. Total, una alegría de muchacho.

Cuando los sacas a caña, tienen la mala costumbre de plegar todas sus aletas, dorsal, pectorales y pelvianas haciéndose el muerto, ya que no colea si se contorsiona como hacen otros peces cuando los sacas del agua. Pero una vez los vas a coger para desanzuelarlos, abren su aleta dorsal con gran celeridad y con la sana intención de que cuando les “eches mano”, seas tú mismo el que te hagas la “avería”. Su picadura produce un dolor punzante en todo el miembro (ya sea brazo o pierna malpensados), persistiendo entre 2 y 24 horas, con palidez, edema y adormecimiento, según la intensidad de la picada, el tamaño del animal y la resistencia alérgica que cada uno tenga a esas toxinas, pudiendo alargarse todos estos desagradables síntomas hasta 10 y 12 días.

Venenos aparte, las infecciones secundarias son frecuentes y en algunos casos importantes, como la necrosis y la gangrena, y que han llegado a requerir la amputación, sobre todo si se ha dilatado la visita al hospital más de 72 horas, pudiendo aparecer en otras ocasiones, síntomas tan graves como la dificultad respiratoria, visión borrosa, convulsiones, coma y muerte por parada cardiorrespiratoria. Pero bueno, vamos a dejar esto por ser casos muy extremos y ya sabemos quién nos lo puede explicar con mucho más detalle y con gran conocimiento de causa.

Hay que tener cuidado con este bicho, que tiene muy mal “zumo de vaca”.

Si no me creéis, podríais habérselo preguntado al gran y añorado  Alfonso Diaz Cue (el “negrín”), que le “enganchó” uno en la mano cuando estaba pescando desde su lancha en la Mar y el hombre como pudo dio “avante toda” y volvió al puerto cuando “ya le iba mal”; volviendo a “irle mal” una segunda vez, pero ya por suerte estaba tumbado en una camilla del Ambulatorio, y eso con su experiencia que estaba más que demostrada, pero así y todo, días después cuando en una conversación con él sobre el tema le pregunté si le dolió mucho, me contestó con una de sus célebres frases diciéndome que hubo momentos que le “dolía hasta el conocimientu”

-T. Eso ye verdad, yo mismo se lo oí decir varias veces.

-F. El “cabrachu” y el “tiñosu” tiene espinas venenosas, creo yo, hasta en las pestañas, y pueden causar pinchazos con las espinas radiales de su aleta dorsal, pélvica y anal, y aunque los efectos de su veneno son leves, no dejan de ser dolorosos durante horas o incluso durante días, produciendo inflamación local, con el añadido de que pueden infectarse con mucha facilidad.

Pedro y Ramón del “Sandra Maria”, me comentaban que… “no hay dolor más doloroso, no hay dolor más inhumano, que el que produce un “cabrachín” cuando te mete una espina por debajo de la uña de una mano… ¡La recaraba!

Respecto al “chucho”, también llamado “raya látigo” este ya es otra cosa, pues cuando te da el coletazo y te alcanza una pierna con la púa que porta en la base de la cola, produce una laceración sangrante y dolorosa, y además del desgarro más o menos profundo que causa, se rompe la estructura que recubre la púa, y se libera el veneno que hay en su interior, produciendo inmediatamente un dolor muy intenso.

-P. Nosotros en cuanto los subíamos a bordo, les cortábamos la cola, por si las moscas y así no había peligro.

-F. Bueno sigo. Sólo dos familias de rayas poseen un aguijón venenoso, ubicado en el primer tercio de la cola. Sólo dos especies de rayas son venenosas, las Dasyatidae, (raya látigo) que son más comunes y las Potamotrygonidae (raya de rio) que habitan en Sudamérica.

Su punta es sumamente afilada y tiene los lados aserrados y se ha llegado a definir como «un estilete colocado sobre un látigo». El aguijón es reemplazado por otro cada cierto tiempo y eso explica por qué algunas rayas presentan dos o tres aguijones. El veneno es producido por un tejido glandular situado en dos surcos paralelos ubicados detrás del aguijón que suele ser proporcional al tamaño de la raya. En la raya australiana (que no se da en nuestras costas), y que puede llegar a medir dos metros de punta a punta de las aletas y pesar 34 kg, el aguijón alcanza 30 cm de longitud. En el caso de los seres humanos el veneno no llega a ser mortal, sin embargo dicha premisa no siempre se cumple y, tal vez el caso más conocido sea el de Steve Irwin, («El cazador de cocodrilos»), quien murió al ser picado por un pez raya en el pecho a la  altura del corazón, mientras filmaba un documental para su hija Bindy bajo el mar en Queensland (Australia.).

-C. La verdad es que pareces estar bien “empollado”

-F. Ya sabes que cuando algo te interesa, empiezas a leer y leer para informarte, y no acabas nunca.  

En otra línea, lo que podemos contar sobre “peces anguiliformes”, como la morena y el congrio, es que estos animales no portan ningún tipo de veneno en ellos, pero sus ataques son muy molestos, primero por la potencia de su mordedura, y segundo por la gran facilidad que tienen en infectarse las heridas producidas por ellas.

¿Qué cómo se combaten estos envenenamientos e infecciones? Pues parece ser que se debe limpiar la herida con suero salino frío para arrastrar los restos de tegumento y aguijón, provocar vasoconstricción que reduce la cantidad de veneno que pasa a la sangre, sumergir el miembro afectado en agua caliente ya que puede inactivar las toxinas de los peces que son termolábiles, pues se descomponen o se desnaturalizan por el calor, perdiendo generalmente su actividad, al mismo tiempo que aliviaremos el dolor y asociaremos analgésicos, no morfínicos, con el mismo fin.

Cuando el dolor sea muy intenso, se precisará una infiltración de novocaína, o anestesia regional con xilocaina ó bupivacaina.

¡Y hasta aquí he llegado! Lo estoy copiando y no entiendo nada, por lo cual diríjase el personal interesado en ampliar conocimientos sobre este tema, a la fuente ya mencionada.

¿Pero cómo lo hacían nuestros mayores?

Eso “ye pescau de otru apareju” y casi puedo entenderlo, porque veréis, para contrarrestar estos pinchazos y “envenenaciones” (esta palabra se la oí decir a nuestra “Telita” (Angelita Landeras), una persona muy querida de El Cuetu), los que nos preceden o precedieron, efectuaban algunas operaciones que por lo visto daban buenos resultados.

Una de ellas era golpear la mano afectada contra la regala de la lancha, o puesta sobre la misma, golpearla con un palo con el fin de hacer correr la sangre y arrastrar el veneno hacia el exterior, al mismo tiempo que facilitaba la extracción del resto de la espina que hubiera quedado clavada en la piel.

También se hacía, ante la picadura de un pez escorpión, el sacarle los hígados al animal que les había pinchado, y poniéndolos encima de la herida, apretarlos con cierta fuerza, y esperar hasta la pleamar, si la Mar estaba en llenante, o hasta la bajamar si esta estaba en vaciante, con lo cual el dolor desaparecería.

-T. De eso podíamos hablar largo y tendido, ya que antiguamente decían que era muy efectivo, aunque los “ye-yes” no lo creáis.

-F. Otra buena manera, siempre según las ideas de nuestros mayores debido a sus prácticas y experiencias, era echar una buena “meadina” en la mano afectada por el veneno y frotar ambas manos con energía, primero para desinfectarlas, después para cortar el dolor y por último curtirlas y endurecerlas… “echando callu”. Por cierto, la “meadina” podía ser tuya o del que tuvieras a tu lado, y sin ascos… ¿Eh?… que total el efecto iba a ser el mismo.

¡Qué sabios eran nuestros antiguos, ya que la orina contiene urea y amoniaco, y este último es el que te aconsejan que lleves en el botiquín de los barcos para calmar los pinchazos que aporten toxinas! A mí ya me lo han dicho… ¡Ye muy güenu el “almoniaco” para estes coses!

Introduciendo las manos en agua lo más caliente posible, con una solución de sal y vinagre, se sacaban las espinas de las “merluzas”, “besugos”, “brecas” y además los pinchos de los “oricios”, ya que esta solución ablanda la piel facilitando las extracciones, al mismo tiempo que disuelve la caliza de que están compuestos esos cuerpos extraños.

En la mar siempre se pueden producir múltiples y diversas situaciones a cual más rara, como le paso una vez a “Machi”, que estando a percebes y con el agua hasta el pecho, sintió un picotazo y en minutos se le puso la pierna como una bota, y hay que amolarse… ¡Le había mordido un “pulpe”!.

Y es que al bueno de “Machi” le ha pasado de todo, pues estando a calamares y habiendo dado con el bálamu, al lanzar el aparejo se pinchó en la mano con la sibionera, que por cierto no debía de estar del todo limpia, por lo que al desclavarse las agujas debió quedarle dentro algo de tinta. En unos momentos se salió un bulto como un huevo de paloma y que, según él, le dolía a rabiar. Cuando se presentó en la Cruz Roja a que se lo curaran (inyección y tres días de venda), el médico le comentó que toda esa “avería” era debido a que la tinta del calamar era altamente tóxica…. ¡Fíjate quien lo iba a decir!

-R. Al “buenu” de “Machi”, le pasaba cada cosa. Pero es que no paraba “quietu, el muy demoniu”

-F. A mí personalmente me enganchó una vez por un descuido un escorpión pequeño que acababa de pescar detrás del Fuerte. El dolor fue inmediato y serio, sobre todo cuando bajaba la mano y suavizándose cuando ponía el brazo en alto. Al dirigirme a mi casa, con ánimo de ir al Ambulatorio, tuve la suerte de encontrarme con el inolvidable “Tiu Pepe”, el cual al saber lo que me había ocurrido, me llevó hasta la “Xana” y empapando un trapo en el gasoil del depósito me envolvió con él la mano apretándolo todo lo que yo podía aguantar. Os puedo asegurar que fue “mano de santo”, pues al poco rato ya no me dolia y me encontraba como nuevo, “como de paquete”, aunque todavía se podían apreciar los tres pinchazos en la parte baja del dedo pulgar.

-C. Tampoco descubriste la pólvora, ya que eso se hacía desde tiempos atrás.

-F. Por último, podemos apuntar también la “ciguatera” como una enfermedad producida por la ingestión de peces que la padezcan (“ciguatos”). Esta intoxicación se produce por la presencia en el cuerpo de dichos animales una toxina denominada “ciguatoxina” que puede afectar al aparato digestivo, sistema nervioso y aparato cardiovascular, produciendo fuertes dolores abdominales, diarreas, náuseas y vómitos, parálisis en las extremidades, braquicardia e hipotensión, pudiendo llevar al afectado hasta el coma. Ahora bien, en este caso particular, no debe de preocuparnos ya que esta enfermedad solamente suelen contraerla peces y crustáceos de las costas del Golfo de México.

En fin, una de esas alegrías que te dan los habitantes de la Mar, cuando juegas con ellos sin tomar las debidas precauciones.

De todas formas, siempre hay que contar con la resistencia que cada persona tenga a las alergias de materias tóxicas o a este tipo de venenos, por lo que sus reacciones podrán ser totalmente distintas, aguantando unas todos los “bagazos” que les echen, mientras que otras se rendirán nada más aparecer los primeros síntomas.

-C. Muy bien. Ya vemos que sabes leer, así que acábate la caña y vamos a ver cómo está la Mar.

Fernando Suárez Cué

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