En el puerto, muy cerca del restaurante “La Marina”, donde hoy se encuentra “el cubo” que utiliza el Club Marítimo de Llanes, existió una edificación que se conocía como la “Casa del Criminal”.
Había sido construida, en los años 20 del siglo pasado, para servir a las obras del puerto,y se distribuía en planta baja, que hacía las veces de bodega y almacén, y primer piso destinado a habitaciones.
Tan funesto nombre siempre dio lugar a innumerables elucubraciones, ganando en la mayoría de las ocasiones la presunción de que en aquella casa sucedió un asesinato atroz.
Si bien, lo cierto es que “la casa del criminal” no debía su nombre a que en ella se hubiera cometido un crimen sino al carácter del contratista que vivió en la misma durante los años de la ejecución de las obras de prolongación del espigón de la Osa, que se dilataron en el tiempo, ya que el primer proyecto, que tuvo reformas en 1932,1933 y 1935, databa de 1928.
Al parecer, aquel contratista, y de ahí su apodo de “criminal”, era un tipo duro y cruel que trataba despiadadamente a los trabajadores y a cuantos decidieran visitar las obras. Y, como no podía ser de otra manera, no gozaba de ninguna simpatía en la villa y carecía de amigos, llevando una vida solitaria.
Esto era todo lo que yo conocía de la famosa “Casa del Criminal” y su huésped, hasta que hace unos días me enteré del nombre del siniestro personaje y de como acabó sus días.
Y es que el libro ¡Puerto, puerto, puerto!, de Luis Adaro, recoge en los antecedentes de la Memoria de Liquidación de la obra de prolongación del espigón de fecha 21 de septiembre de 1938, que las vicisitudes, amarguras y disgustos que ocasionaron los trabajos culminaron con el asesinato del contratista Antonio Sánchez Álvarez, que tuvo lugar a principios de 1937, sobre la misma obra, donde permanecía tratando de defender sus intereses y los del Estado.
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