Se encargan los planos (1931), para la construcción de una torre donde se asentará la futura compuerta.
Esta torre es un edificio construido en hormigón armado, y con una estructura de forma cuadrada de cuatro metros y veinte centímetros de ancho, y con las mismas medidas aproximadamente, de profundo. Porta una altura de 14 metros y cincuenta y cinco centímetros, teniendo sus paredes un grosor de treinta centímetros en el piso inferior y de veinte centímetros en los pisos medio y superior.
Consta la torre, cuya obra la realiza el contratista señor Alegría, de cinco separaciones perfectamente distinguibles, de las cuales, la inferior consta de dos arcos, que permiten el tránsito público, mientras la superior, provista de cuatro amplios ventanales para proporcionarle luz, es donde se asienta la máquina que mueve la cuchilla de la compuerta, en una habitación de una anchura de tres metros y ochenta centímetros, por cada lado
El acceso a la torre se realiza por medio de una escalera volada, que parte del paseo de San Antón, hasta la parte superior del edificio para manejo de la maquinaria.
En 1930, cuando el proyecto estaba más perfilado, visitó Llanes el industrial Luis Alonso Herrera, propietario de una importante fundición en Torrelavega y eventual proveedor de material (hierro fundido o laminado), para la construcción de La Compuerta.
Los trabajos de construcción, empezados en pleno verano de 1931, avanzarían muy lentamente, lo mismo que los efectuados para la prolongación del espigón hasta “La Osa”.
No es hasta el 25 de Julio de 1934, que no llega la cuchilla de la compuerta a Llanes, transportada en una gran gabarra, arrastrada por un remolcador.
En 1934 parecía próxima la fecha de su finalización, y la gente empezaba a preguntarse cuándo llegaría, por fin, el motor, pieza maestra de un proyecto de 1932 para mecanizar la maniobra del artilugio.
El motor no llegaría nunca. La Compuerta había sido concebida en los peores años posibles y parecía condenada al fracaso. No era una obra aislada, sino un complemento a remolque de las incontables dificultades técnicas y económicas que frenaban las obras del puerto, mientras se iban sucediendo los vaivenes de la II República, los efectos de la crisis económica crónica, la Revolución de Octubre, la Guerra Civil y las penurias de la posguerra.
No se llegó a inaugurar y nunca entró en funcionamiento (de ahí que algunos la vieran como un monumento a la inutilidad), pero adquirió desde el principio un claro protagonismo en el imaginario popular y una significación simbólica incontestable. Para Llanes, La Compuerta fue una inequívoca seña de identidad, al modo que lo es la “Torre Eiffel” para los parisinos en particular, y para los franceses en general.
La Barra del puerto se consiguió terminar en los años 40, en tanto La Compuerta quedaba en “entremuelles” como un juguete roto y sin estrenar.
La recordamos con añoranza. Inclusive desde su demolición en 1993-1994, un icono exclusivo de Llanes, que fue testigo de saleas, de costumbrismo, de pequeñas historias, de travesuras, más o menos peligrosas, como cuando desde su cuchilla y aprovechando unos salientes que tenía, se lanzaban a la ría los rapaces, emulando a los famosos “clavistas” de la “Cortada de Acapulco”, o como cuando junto a ella organizaba Pedro Galguera Fernández, (“Pedrito”), campeonatos de “meadas”, en los que ocasionalmente tomaban parte señores de paso, captados en sobremesas del Bar del Muelle, regadas con buenos licores, para ver la potencia de sus próstatas.
Por último, voy a “contádevos”, una historia que me contaron y que es sumamente célebre.
Veréis. Una vez, en uno de los años 40, fue víctima de una trastada de “Pedrito” un industrial vasco, que andaba de visita por la Villa… “Esta torre es mía, y no sé qué coño hacer con ella. Tengo tantas ganas de perderla de vista que la vendería por lo que me dieran”, le comentó Pedrito, como el que no quiere la cosa, refiriéndose a La Compuerta. El vasco, parece ser que al instante picó como un “pardillo”, y se ofreció a comprar tan segura y oportuna ganga.
Cerraron el trato y lo celebraron a lo grande, por cuenta del forastero, en un buen restaurante. Al cabo de una semana, llegó a la villa un camión desde Bilbao, con obreros armados hasta los dientes de martillos, picos y palas, para iniciar el desguace de tan histórica obra de ingeniería.
Como podréis comprender, se armó la gran “marimorena”
Hasta la vista.
FERNANDO SUÁREZ CUÉ
Bibliografía:
”Antiguos Mareantes de Llanes” (D. Antonio Celorio Méndez-Trelles
Diario “La Nueva España”. (sábado 16 de febrero de 2019).
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