La historia de Alexander Selkirk.
(Robinson Crusoe)
Nace este personaje, Alexandre Selcraig (ya que ese era su verdadero apellido), allá por el año 1676, en una pequeña aldea del condado de Fife, concretamente en Lower Largo, en Escocia, dentro del seno de una humilde familia presbiteriana. Era el séptimo hijo de un zapatero y curtidor, y en su educación, fue imbuido de un gran espíritu religioso, aunque en contraposición con sus creencias, era por otra parte gran amigo de juergas, correrías y pendencias.
Su carácter pendenciero, problemático y aventurero, más la férrea disciplina a la que lo tenía sometido su familia, llevó al joven Selcraig, a finales del siglo XVI y tras tener problemas con la Ley (una de las acusaciones fue por conducta inapropiada en la iglesia), a abandonar la casa de sus mayores, y embarcarse pronto en pos de aventuras y fortuna, pero fue precisamente este carácter, el que finalmente, y dominando su vida, le llevaría hasta una isla del Archipiélago de Juan Fernández, donde comenzó la que sería su máxima y trágica aventura.
Mientras unos dicen que ocurrió durante una aguada (abastecerse de agua dulce), que estaban efectuando para su barco, fueron atacados por un buque corsario, por lo que tuvieron que huir precipitadamente, dejando abandonados en la isla a cinco marineros. Más tarde, y partiendo desde el puerto de El Callao, volvieron a por ellos, pero debido a la férrea disciplina que en aquella época se imponía, en los buques, tanto mercantes como en los de la Armada, nuestro protagonista desertó de sus obligaciones, y se escondió en la isla, hasta que el navío zarpó dejándole en tierra.
Otros historiadores, que relatan este pasaje de la vida de Alexandre, basándose en su carácter bravucón y pendenciero, y sobre todo en el informe del Diario de a Bordo del capitán Woodes Rogers (1679-1732), un corsario inglés, durante la Guerra de Sucesión Española, que procedente de Bristol, arribó a ese archipiélago al mando de una expedición compuesta por los buques “Duke” y “Duchess”.
En dicho Diario, y con la fecha correspondiente al día 31 de enero de 1709, el capitán escribe… “esta mañana a las 07:00 h. hemos llegado a la isla de Juan Fernández”. Nuestra pinaza, a su regreso, trae junto al agua y una gran cantidad de langostas, a un hombre vestido con pieles de cabra, que tiene más aspecto selvático que sus primitivas propietarias”.
Este hombre vestido con pieles de cabra no era otro que el mismísimo Alexandre Selkirk, que por aquel entonces, ya había perdido el habla y se negaba a volver a la civilización. A duras penas lograron convencerle y cuando pudo volver a hablar, les contó una larga historia de soledad y tristeza, pero en declaraciones posteriores, amplía sus relatos, y nos confiesa que tras pasar unos años navegando con distintos barcos como corsario, en 1704 embarca en el también navío corsario “Cinque Ports”, de 96 toneladas y 16 cañones, como contramaestre, practicando la piratería legal consistente en acosar a navíos españoles en la zona del Sur de América.
Pronto se enfrentó y peleó con todos sus superiores por las injusticias manifiestas que se cometían a bordo, por lo que el capitán Stradling, que ostentaba el mando del “Cinque Ports”, y que al parecer estaba un poco loco, determinó abandonarlo a su suerte en la isla (este barco se hundió poco después frente a las costas de Perú, muriendo casi todos sus tripulantes), con tan solo su biblia, un fusil, una libra de pólvora y algunas municiones, un poco de tabaco, el cofre de la ropa, un hacha y algunos utensilios más, quedando abandonado desde el verano de 1704, hasta que fue, como ya hemos dicho, rescatado por el capitán Rogers en 1709, cinco años más tarde.
Cuando volvió a Londres en el “Duke”, Alexandre Selkirk, al parecer se casó con una viuda, y durante diez años, después de su regreso a la civilización, Selkirk se hizo un personaje bastante popular contando sus aventuras y peripecias de pueblo en pueblo, llegando como algunos afirman a vivir como un príncipe. La leyenda de Selkirk, y su aventura, llegó a oídos del periodista, comerciante y escritor Daniel Defoe, que le inspiró, basándose en ella, para escribir una gran novela de aventuras, que se publicó en el año 1719, bajo el título de “Robinson Crusoe”.
Pero aquella vida de espectáculo de feria no iba con el carácter del irreductible Alexander Selkirk, que volvió a embarcarse en 1717, volviendo a la Mar que años atrás tanto le había aislado.
Aquel rudo escocés moría en la Mar, a las 20:00 h del día 13 de diciembre de 1721, sirviendo como teniente, a bordo del barco de la Armada “Weymouth”, probablemente de fiebre amarilla, descansando sus restos, para toda la eternidad, en algún lugar del fondo de las aguas cercanas a las costas occidentales de África. Tenía entonces 47 años.
La Historia ha sido, sin embargo, demasiado olvidadiza con el real Alexander Selkirk y excesivamente benévola con el imaginario Robinson Crusoe.
Es bien cierto, que “la más fría, oscura y solitaria de todas las tumbas, es la de un marino”
En 1966, la isla en la que estuvo 5 años nuestro escocés fue “rebautizada” como isla “Robinson Crusoe”, la conocida como “Mas a Tierra”, mientras que le dieron el nombre de isla “Alexander Selkirk” a un alejado islote en el que jamás puso un pie nuestro verdadero náufrago, y denominada antiguamente “Mas Afuera”
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