En sillas muy bajas o sentadas en el suelo, pasaban horas y horas reparando redes con sus primorosas manos y tatareando canciones marineras.
Entre ellas, Teresa “la coja”, María “la patiña”, María Conde, Antonia “la chula”, Rita García, Lola Fuentecilla, Fifi “la cubana” y su hermana Agueda…
No estaría de más que algún motivo en la Villa las recordara y, también, a las esforzadas empleadas de las conserveras, tal y como se hizo con las vendedoras de pescado que tienen una placa y un verso de Celso Amieva en la plaza Garrelli.
Imágenes, Valentín Orejas
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