MIS PRIMERAS SINGLADURAS… ¿TE AYUDO?

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Hace unos cuantos años, muchos dirán algunos, los críos teníamos que arreglárnosla para entretenernos y divertirnos, cosa que hacíamos jugando con los amigos, inventando y fabricándonos la mayoría de los “juguetes”, con los que pasábamos el tiempo

Recuerdo las carreteras, puentes, almacenes y garajes montados en las arenas del Sablín, por donde circulaban aquellos camiones, algunos hasta con remolque hechos a base de latas de conservas de diferentes tamaños.

Pero para mí había un entretenimiento incomparable con el resto, que eran las lanchas y mi relación con los marineros.

Acostumbraba a asomarme a los ventanales de la galería de mi casa en Santana, vigilando la playa del Sablín, sobre todo cuando empezaba a actuar la vaciante de la marea, avisando de que la playa iba a quedar en “secu”.  Pero no era eso lo que a mí me interesaba, lo que yo esperaba con cierta impaciencia y ansiedad, era el ver si alguna lancha se acercaba a la playa con la intención de varar en ella.

Eso era lo que esperaba, y, por lo tanto, si las “autoridades” y el tiempo lo permitían, salía como “rata por tirante”, y bajando las escaleras de dos en dos, llegaba a la playa donde estaba la meta de mis desvelos, que no era otra que una lancha, unas veces tumbada sobre una banda, u otras apuntalada con unos maderos (puntales), que la mantenían adrizada. 

Me acercaba, al o los marineros, que junto a la lancha estaban, y con la seriedad de un “hombrón” (siete años tenía el criu), les preguntaba si les podía ayudar.

No me preguntéis, ni el porqué, ni lo que podían pensar, pero la realidad era que la inmensa mayoría de las veces, me miraban y me respondían diciendo… “Venga Fernandín, coge el cepillo y empieza a darle a los fondos·”

Como inciso os diré, que a mi padre lo trataban de D. Fernando, y a mí como “Fernandín”.

Cuando falleció mi progenitor, yo creía que ese trato de D. Fernando, pasaría a mí, pero nada de nada, seguí siendo Fernandin, y … ¿Queréis saber una cosa? … ¡Me encanta! Yo jamás podré ser como él.

Pero sigamos. Ahí me tenéis, con el “cepillo de raíces”, usándolo de la manera que me enseñaron, que consistían en hacer un agujero en la arena y cuando aparecía el agua mojar el cepillo de agua y arena y empezar a frotar sobre el casco para desprender, del todo, el “verdín”, algas, barbas y “caracolillo”. Este último muy peligroso cuando se introduce en los desagües o admisiones de baños y motores, pues llegaba a obturarlos.

Yo, por un lado, y ellos, los de verdad por el otro. al final la obra viva de la lancha quedaba como una patena. Hoy día creo que mi trabajo les parecía más simpático y de aficionado, que efectivo. Pero me es igual. Los momentos que me hicieron pasar junto a ellos son irrepetibles y por supuesto impagables. ¡Vaya por ellos!

Terminada la faena, “la entrante” arriba y la embarcación a flote, me concedían, como pago, el premio que yo más anhelaba, y era que me dejaran embarcar con ellos cuando llevaban la lancha hacia el puerto interior para su amarre.

En ese momento, yo me creía más importante que el capitán Edward John Smith, entrando con el “Titanic” en el puerto de Cherburgo.

Hubo otras veces, que marineros a la que yo estaba rondando siempre para que me dejaran colaborar con ellos, fueron Francisco José Meré González (“tiu Pepe”), en su lancha “Beatriz”, o Antonio Herrero García (el de Mimi”), en su lancha ‘Begoña’, pero en realidad no me gustaban mucho estos dos trabajos. 

Primero porque limpiaban en la ramblina de la dársena, que había poco espacio, había que mojar el cepillo en la arena de la dársena, que era más fango que otra cosa, y después había que agacharse mucho, y segundo porque la lanchas se quedaban allí, y yo me quedaba sin la singladura. Ya sabéis… ¿Porque me quieres Inés…?

Es una pena el ver hoy día como hay embarcaciones en el puerto, que “duermen el sueño de los injustos”, con más barbas que Matusalén. Para tenerlas así…

Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos

Fernando Suárez Cué

Foto (1) Cepillo de raíces.

Foto (2) “Virgen de Guía”, de Pepín “Colilla”, limpiando fondos.

Foto (3) Antonio Herrero García (el de Mimi), arreglando la lancha “Jalisco” en la antigua ramblina de la dársena 

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