La famosa Peña Redonda, que tanto se nombra en historias de nuestro puerto, ocupaba bastante espacio en el lugar de la dársena donde se solían poner las lanchas sobre el muelle.
A marea baja parecía tener cierta opulencia, era como, decía Ángel Pola, un castro en la marisma.
A marea llena adquiría la categoría de isla, a la que el “México”, el “Rosario” y el”Gaitero”se amarraban.
Y, también, el día de la Salea, para disfrutar del tradicional refresco, a ella se aseguraba la lancha capitana, mientras se cantaba:
“Ay marinerito
sácame del agua
que no quiero morir
de muerte tan amarga”
Fuente, El Oriente de Asturias
Imagen, Archivo Fernando Suárez Cue
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