Según datos recopilados por Vicente Pedregal Galguera, en tiempos remotos, el pan, que era de trigo, escanda o centeno, se consideraba de contrabando en manos de particulares.
Lo adquiría y administraba el Concejo, guardándolo en un hórreo.
Como de Castilla no podía venir en cantidad por la falta de vías de comunicación, se introducía por mar de Bilbao y también del extranjero.
El procedimiento era el siguiente: cuando aparecía algún barco de alto porte que se suponía que llevaba material para hacer pan, mandaban las autoridades una chalupeta, para que se lo compraran. En el caso de que el barco no pudiera entrar por su mucho calado, se envíaban varias pinazas, según la cantidad adquirida, a las que trasbordaban la harina, centeno y escanda.
Corriendo el año 1570, unas embarcaciones de Comillas desembarcaron grandes cantidades de trigo en Santiuste, lo que dio lugar, tras el embargo de la mercancía, a un pleito, que se llevó a la Chancillería de Valladolid. La duración del litigio, que defendió como letrado Joan Valdés, duró varios años, según se infiere de las partidas de abonos relacionadas con el mismo. Y, también, resultó muy gravoso, ya que al importe de los abonos a las decenas de testigos de Ribadedeva y La Marina de Pendueles que comparecieron, se sumó la guarda del depósito, los avisos, notificaciones y la vigilancia de la costa y alrededores.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
Imagen, Valentín Orejas
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