Los balleneros noruegos han cazado ballenas en sus propias aguas desde los siglos IX y X. En la segunda mitad del siglo XIX, la capacidad de matar se incrementó exponencialmente a medida que surgían nuevas tecnologías, allanando el camino para una expansión de la industria. Tras diezmar las poblaciones locales de ballenas azules, los balleneros centraron su atención en matar ballenas en otras regiones, Islandia, Feroe, Escocia; incluso en lugares lejanos como Terranova y la Antártida, llegando a dominar la industria ballenera mundial.
Cuando en 1986 entró en vigor la prohibición global de cazar ballenas, decretada por la Comisión Ballenera Internacional, Noruega fue uno de los pocos países, junto a Islandia, que objetó formalmente.
Y aferrándose a esa objeción, ha establecido sus propias cuotas de pesca.
Hace pocos días, estando todavía estremecidos por la matanza de delfines en las Islas Feroe, hemos tenido conocimiento de que Noruega ha sacrificado al menos 595 ballenas Minke en lo que va de año, y según el Ministerio de Pesca de ese país alcanzarán el número de 1.278 en esta anualidad.
A lo anterior, hay que sumar el salvaje método de cazar de esos mamíferos y sus intentos por ocultarlo. Y es que, en ese considerado “paraíso”, todavía pescan las ballenas con explosivos que penetran unos 30 centímetros y explotan dentro del animal. Al parecer, es más fácil arrastrarlas hacia el barco con el arpón clavado en su carne. Tampoco les preocupa que, en un alto porcentaje se trate de ballenas preñadas y que en un 20% de los casos la muerte no sea instantánea y los cetáceos sufran una dolorosa y lenta agonía.
A pesar de las severas críticas, tanto de científicos y organizaciones medioambientales, los funcionarios del gobierno nórdico describen esta práctica como algo normal, y sostienen que las ballenas son una fuente de alimento, y la vinculan con el uso de los recursos naturales. Sin embargo, los noruegos, según sus propias estadísticas, cada vez consumen menos carne de ballena, pasando de un 4% en 2019, a un 2% para este año.
Llegado a este punto la pregunta no puede ser otra ¿Por qué cuando la mayoría de la gente considera a las ballenas como una de las criaturas más notables del planeta a las que el tenemos el deber de conservar, uno de los países más ricos del mundo persiste en matar a cientos de ellas, cuando su población ni siquiera está interesada en consumir su carne?
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