En aguas internacionales, una suerte de tierra de nadie, la sobrepesca, los vertidos ilegales, además de la piratería, campan a sus anchas y no suponen ningún delito.
Vamos a los números:
-En el 55% de la superficie de nuestros mares se desarrollan actividades pesqueras. Son solo cinco naciones las que gestionan el 77% de la flota.
-A modo de ejemplo, en las aguas de África Occidental se pescan cada año 500.000 toneladas de peces, que se destinan a piensos para la acuicultura y agricultura, suplementos dietéticos, cosméticos y productos alimenticios para mascotas.
En cuanto a los plásticos:
-El 80% de los plásticos que se encuentran en la mar viene de tierra.
-Cada segundo, 200 kilos de basura van a parar a los océanos, y estos niveles han aumentado en un 900%.
-Asimismo, hay que tener en cuenta que en los océanos los efectos son a más largo plazo y perduran más tiempo que en tierra, unos 500 años de media.
A todo ello hay que añadir el progresivo aumento de temperatura, la búsqueda de petróleo y minerales.
Y entre todos los océanos, el más desprotegido, según datos de Greenpeace, es el Ártico, ya que la subida de su temperatura en verano está afectando a muchas de sus especies. Así, a modo de ejemplo el número de pingüinos barbijo ha disminuido, desde el año 1970, en el cual se hizo el último recuento, un 60%.
Existe una esperanza a esa deriva catastrófica de los océanos, que no es otra que los gobiernos y las organizaciones de todo el mundo logren firmar el Tratado Global de los Océanos, cuyas negociaciones, a causa de la pandemia, se han retrasado, pero para el que ya hay un lugar y fecha: Lisboa en 2022.
¡Todo un reto!
¡Crucemos los dedos!.
Fuente, “ El Tratado: la última esperanza de los océanos”.
Imagen, Valentín Orejas
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