Desde antiguo, la costera del bonito era una de las más importantes para la población marinera de Llanes.
En esta campaña, que empezaba en junio y se terminaba en octubre, se pescaban distintas variedades de túnidos: Atún, el más grande, con forma hidrodinámica y su facultad de plegar las aletas que le hace ser de los peces más rápidos de su especie; Bonito, que tiene la carne más preciada y que se le identifica por sus aletas estrechas, largas y en forma de guadaña; Sierra, con sus bandas longitudinales que atraviesan el vientre, y la Melva, poco valorada para consumir en fresco y dedicada principalmente a las fábricas de conservas.
Son los túnidos de hábitos migratorios y siguen a los cardúmenes de parrochina y bocartín, sus alimentos preferidos. Cuando llega el otoño y enfría el agua se desplazan hacia el sur, ya que no soportan temperaturas por debajo de los diez grados. Y lo hacen alcanzando una velocidad próxima a los 40 nudos y con la boca abierta, forzando así el paso del agua a través de las branquias para recibir más oxígeno.
Antes, se acercaban tanto a la costa que hasta las barquillas de remo hacían grandes mareas. Contaba Antonio Cue Fuentecilla, Tonín, “El Chulu”, que había visto a Tisto y a Estanislao pescar un bonito en la playa del Sablín.
¡Qué tiempos aquellos en los que no había que ir a buscar el bonito hasta las islas Azores!.
Imagen, Valentín Orejas
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