Entre las ventajas de los bancos no es la menor, que los feligreses podrán acomodarse directamente, esto es sin intermediarios, no necesitando pasar forzosamente por el rincón donde las sillas están aglomeradas.
En el verano hay familias forasteras, que desconocen las costumbres para acomodarse en el templo y sufren molestias, especialmente cuando se acercan suplicando cortésmente un reclinatorio y son enteradas por la encargada que no hay sino para las abonadas.
Mucho sentiremos que una reforma tan útil y que tanto contribuye al buen orden que debe reinar en un templo, quedé sin realizarse, siguiendo el criterio de no hacer innovaciones dentro de la iglesia o por respetar costumbres antiguas o por temor a que las procesiones no puedan andar cómodamente por dentro de la iglesia.
Pasillos anchos entre las hiladas de bancos, permitirán el paso de las procesiones, como en otras iglesias sucede. Y, en cuanto a las otras son de tan escasa monta que no hemos de refutarlas.
Por último, si esta reforma que, aunque modestamente, hemos tenido el honor de hacer llegar hasta quien pueda ponerla en práctica, no se realizara, seguramente que no habría que ocurrirnos lo que cuentan que ocurrió al “Corregidor de Almagro”.
Imagen, Valentín Orejas
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