Sabemos que antes de que las Cofradías dispusieran de lonjas de subasta, la venta se hacía en el muelle y sin más aparatos que la voz del rulero.
Y en cuanto a la forma de medir, ha llegado hasta nosotros que se utilizaba una vara graduada que se metía en la pesca hasta tocar fondo, repitiendo la operación en varios lugares. Era una forma de conocer el grosor y ofrecer un precio por toda la carga.
Concretamente, la sardina se vendía por millares y las vendedoras de pescado por la calle las ofertaban por docenas.
Este método tan cansado de contar sardina, se sustituyó cuando alguien se dio cuenta de que el millar ocupaba el mismo espacio, así se hizo el recuento más fácil y con pequeño margen para el error.
En la rula de Llanes, la venta se hacía con bolas numeradas. Cuando el comprador pulsaba el botón salía la bola por un tubo a la vez que el número de la bola se reflejaba en el panel. De esa forma, la pesca se adjudicaba a la primera bola que salía por el tubo. Aunque este procedimiento provocaba a veces conflictos, pues siempre había alguien que decía que había pulsado primero y su bola aparecía en otro puesto. Entonces, se evitó el problema con el sistema de que al pulsar el botón se desconectaran todos los demás.
Imagen, Valentín Orejas
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