El aprovechamiento de los recursos naturales marinos, y en especial los peces, se inicia ya en el Neolítico, siendo una de las actividades que el hombre emprende para satisfacer sus necesidades.
En la Edad de Piedra, la pesca consistía en una simple recolección, tanto en las playas como en zonas rocosas, destacando en Asturias, como parte importante de esa recogida, los moluscos.
Más tarde, se aprendió a cercar determinadas zonas al comenzar la bajamar para que quedaran retenidos los peces al irse las aguas.
Después, deriva a un arte más guerrero, como una actividad de lucha, de caza. Empezando a utilizar utensilios de la caza, las lanzas, el arco y la flecha, para llegar a instrumentos propios de la pesca, apareciendo el anzuelo, hecho de hueso o de piedra. Las artes de espera, como las nasas, confeccionadas con ramas de sauce, vinieron posteriormente, culminando con la redes, de rafia y fibras vegetales.
Ni que decir tiene que el aumento de los conocimientos de pesca llevó consigo el desarrollo paralelo de la construcción de barcos.
Y se pasó de pescar para satisfacer las necesidades para la propia familia, a ser la pesca un negocio próspero, indispensable y estratégico, en el que, a duras penas y conflictos, aún se continúa, aunque tal parece que pretenden darlo definitivamente por finiquitado, sin importarles la gente, la biodiversidad y los ecosistemas.
Imagen, Valentín Orejas
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