En Porrúa, se van los ojos a una construcción de silueta inconfundible, que por su ubicación, en lo alto de ese pueblo llanisco, y su aspecto, se la conoce como “El Castillo”.
La llamativa propiedad, que datan a finales de los años 20 del siglo pasado y que se edificó como una residencia de verano, no parece de verdad, sino una fantasía romántica de un castillo medieval idealizado y trae a la memoria los palacios de Disney inspirados en estructuras reales.
“El Castillo”, escoltado por dos espigados cipreses y pintado de un amarillo pálido, es fruto de la imaginación del indiano Pio Junco del Pandal. La vistosa casa de casi 600 metros y enorme jardín, tiene tres pisos, uno más en la torre, y sótano, el tejado a cuatro aguas y la puerta de entrada principal al sur. Principalmente, destacan la majestuosa torre circular almenada que le da una suerte de movimiento, multitud de ventanas arqueadas y algún mirador digno de princesa de cuento.
Don Pio emigró a Cuba de la mano de su tío materno Pedro Celestino del Pandal Sánchez, que había cursado estudios en la academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, y que fue arquitecto municipal de la ciudad de Matanzas durante 31 años (1867-1898).
En dicha localidad cubana, conocida como la ciudad de los puentes, Pandal sigue siendo muy recordado por haber construido en el año 1878 uno de sus puentes más emblemáticos el de “La Concordia”, de 9 cerchas de hierro que permite un arco de 36 metros de luz y recuerda al de Triana de Sevilla.
En Cuba, bajo la tutela de su tío, Pio Junco estudió para maestro de obras y perito agrónomo y mercantil, y al parecer llegó a ser arquitecto de la Habana en la segunda década del XX.
Además de “El Castillo”, Junco diseñó en Porrúa otra impresionante mansión, muy cerca de la suya, la de los hermanos Majón Haces, Hilario y José, también indianos cubanos.
Imágenes, Valentín Orejas
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