Es una pena que se hayan ido perdiendo costumbres tan bonitas y sentimentales, como esta que voy a relataros
Me contaban mis tías, cuando yo era chicu, que había una costumbre en el Concejo de Llanes (las historiadoras no me hablaron de otros), que, en un momento determinado, una parejina de enamorados, que por un “quítame allá esas pajas” (indica una cosa de poca importancia), terminaban riñendo y tirando, aunque con mucho pesar, cada uno por su lado.
Pasaban los días y aquello no se arreglaba, hasta que llegaba el momento de arreglarlo, que era cuando, empezando las fiestas de cualquiera de los bandos de la Villa, o inclusive de del pueblos de alrededor, llegaba la primera romería y aquello como ya no podía seguir así, por lo cual, el mocín compraba en cualquiera de los puestos que había por allí un cucuruchu de ablanes, y cascando un puñadin de ellas se acercaba hasta el corro donde estaba el motivo de sus desvelos y largando la mano le ofrecía ese puñadín de tan ricos frutos secos, a la mocina.
Si la cría, le echaba una mirada de esas de “¡Vete a segar guapín!” y seguía hablando con sus amigas, ya se sabía a lo que se tenía que dedicar el probe mozucu
Ahora bien, si la cría se giraba y con su mejor y encantadora sonrisa cogía, aunque solo fuera una…
¿Tengo que “explícadevos” por qué el simpático nombre que tenía ese puñadin de ablanes?
Buena Mar y hasta la vista amigos.
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