Ya desde muy crío, oía hablar en nuestra casa de “Santana”, a mi madre y mis tías, del “rayo verde”, que por lo visto les servía como aliciente y cariñoso chantaje, porque… “Si te portas bien, iremos a San Pedro para que veas el “Rayo verde”.
Nunca llegué a verlo, y cuando ya protestaba por desilusión, cansancio y aburrimiento, me decían, ¿pero has pestañeado? Pues que mala suerte, mi críu, porque como es más rápido que un pestañeo, no lo has podido ver. Otra vez será.
Quizá la culpa la tenga Julio Verne, pues fue este magnífico escritor francés el que escribió una novela llamada “El rayo verde”, en 1882, en donde el concepto del “destello o rayo verde” fue popularizado por dicha novela, en la que se cuenta la complejidad de ver este fenómeno atmosférico, que puede observarse en ciertas condiciones en el momento en que el Sol desaparece o aparece en el horizonte. En esta historia se nos narra cómo Sam y Sib Melville, quieren casar a su sobrina Elena Campbell con Aristobulus Ursiclos, y saben que la leyenda dice que “dos personas que vean el rayo verde a la vez quedarán automáticamente enamoradas la una de la otra”.
En su novela, Julio Verne describe este fenómeno óptico y su color como… “un verde que ningún artista podría jamás obtener en su paleta, un verde del cual ni los variados tintes de la vegetación ni los tonos del más limpio mar podrían nunca producir un igual. Si hay un verde en el Paraíso, no puede ser salvo de este tono, que muy seguramente es el verdadero verde de la Esperanza”
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Debido a la gran difusión de la citada novela, y el que verlo no resulta nada fácil, mucha gente cree que el “Rayo Verde” es un mito.
¿Pero realmente existe?
Por supuesto que sí, es algo más frecuente de lo que pudiese parecer, pero la complejidad de su observación radica en que se debe ser perseverante y tener un poco de suerte. Lo ideal es ver atardeceres en la Mar, en días muy despejados, donde no haya nubes en el horizonte que puedan arruinar semejante espectáculo.
El “Destello verde”, o “Rayo verde”, es un fenómeno óptico atmosférico, denominado la “Dispersión de Rayleigh”, que ocurre poco después de la puesta de sol o poco antes de la salida de este, pero es evidente que lo forma el último o primer rayo que asoma, en el limbo superior de los objetos celestes brillantes como el Sol o de la Luna, y sucede por la refracción de la luz cuando esta atraviesa la atmósfera de la Tierra, que desvía más la luz roja, que la azul o la verde.
Aunque a simple vista puede resultar complicado, se puede apreciar como un “fogonazo” de una tonalidad verdosa, y con una duración de entre uno y dos segundos, sobre todo en las partes del Sol que parecen “separarse” mientras se deforma, y que es, como ya he dicho, debido a la refracción atmosférica de la luz, cuando esta atraviesa dos capas de aire de distinta temperatura, y por lo tanto de distinta densidad.
Este fenómeno se puede contemplar desde cualquier altitud, inclusive desde un avión, y como ya hemos dicho, cuando el horizonte está limpio y no presenta ningún tipo de obstáculo, y aunque al parecer no es complicado ver el ‘rayo verde’, lo cierto es que son muy pocas las personas que alguna vez han observado el fenómeno.
Aunque con menos intensidad, igualmente puede llegar a verse este destello verde en la Luna, debido exactamente al mismo fenómeno, pero resulta mucho más difícil y menos frecuente, pues se tiene que dar una fase cercana a “luna llena” y con buenas condiciones atmosféricas.
También puede observarse en los amaneceres, pero resulta más complicado, al no poder seguirse el Sol con la vista antes de que aparezca como sí se puede hacer al atardecer hasta verlo desaparecer, y porque además suele estar la temperatura del aire más estable que al final del día, donde es más fácil encontrar capas a diferente temperatura, que ayuda a formarse y poder ver el fenómeno.
El cambio de color en el Sol ya es algo muy evidente cuando está cerca del horizonte, y ello es debido a que la luz que atraviesa la atmósfera, hasta llegar a nuestros ojos, se dispersa, siendo el rango del color azul el que primero lo hace. Al ir perdiéndose este componente del color del Sol, este nos da una tonalidad más anaranjada, y como cada color tiene su grado de difracción, es el amarillo el que va perdiéndose a continuación, pudiendo puntualmente y durante poco tiempo prácticamente solo el color verde, que no deja de ser la superposición o mezcla de los colores azul y amarillo
Esta refracción de la luz genera que, aunque el Sol realmente ya esté por debajo del horizonte, lo podamos ver. Este fenómeno lo entenderemos mejor si pensamos en una cuchara o una pajita vista en un vaso de agua, que nos produce un efecto óptico, debido a la refracción de la luz al pasar por el agua, mediante el cual nos parece que están torcidas.
O sea que ya lo sabéis amigos, uno de los mejores sitios para observar este maravilloso fenómeno atmosférico es nuestro incomparable Paseo de San Pedro, donde podéis ir al caer la tarde, y muy quietines y relajados observar ese maravilloso espectáculo que nos ofrece la Mar, y si además veis el rayo…
Buena Mar y hasta la vista
Fernando Suárez Cué
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