EN MEMORIA. ENTRAÑABLES VENDEDORAS.

por

Hoy con la impagable ayuda de “Tonina”, “Tíu Pepe” y mi hija Mónica, que diseñó el encabezamiento.

-F: ¡Venga hombre, que ya llevamos un rato esperando!

-R: Primero… ¡Buenos días! Segundo… ¡Juanjo, la tortilla por favor!, y tercero… para una vez que llegas a la hora no te “hispies”.

-C: ¡Buenos días! ¿Dónde anda Paco?

-T: Me dijo que tenía que hacer un recado, pero que no iba a tardar

-C: ¿De qué toca hablar hoy?

-F: Tocar, lo que se dice tocar, no lo sé, pero dejarme que os cuente una anécdota que me pasó una vez.

¡Veréis! Hace tiempo, unos 20 o 22 años atrás, después de pasar una de las magníficas verbenas, de las que se montaban patrocinadas por los distintos bandos de la Villa, me encontraba plácidamente dando una vuelta en los brazos del bueno de Morfeo, cuando, serian aproximadamente las 4.00 h de la madrugada, me despertaron sin contemplaciones para decirme que La Rula estaba “sirenando” (¿a que parece una palabra sacada de un culebrón televisivo?), con una gran fuerza.

Totalmente dormido, pregunté que cuantos toques eran los que habían sonado, a lo que me contestaron que era solamente uno, pero muy largo. ¡Bonitos! ¡Van a entrar bonitos!, dije sin dar tiempo a la más mínima duda. Y seguí durmiendo.

Poco tiempo después volvieron a despertarme (daros cuenta de que, en la familia, se suponía, hoy ya no lo suponen, que el técnico en las cosas de la Mar era yo), para volver a decirme, totalmente extrañados por lo que sucedía, que la sirena de La Rula seguía tocando, “atochadamente”. Sin tan siquiera abrir los ojos inquirí. ¿Cuántos toques? Uno, me respondieron. ¿El mismo de antes? Si, no ha parado. ¡Concho! Pues deben de ser unos bonitos enormes. Y seguí con el amigo Morfeo.

Cuando por tercera vez me volvieron a llamar, con una gran inquietud por parte de todos pues hacía varios años que no se oía la llamada de La Rula, para decirme que además de la sirena, también se oían las campanas de la Basílica tocando a arrebato. Sentencié la situación diciendo: ¡No os preocupéis, que no pasa nada!… Solo que esos bonitos deben ser acongojadamente grandes. ¡Y me quedé más ancho que largo!

La indignación contra mi cultura náutico-pesquera, y más tarde el pitorreo familiar, fue cuando nos enteramos de que todo ese fregadín era debido, si la memoria no me engaña, a que se había declarado un incendio en el depósito de las botellas de Camping-Gas, que estaban en un almacén de las Ferretería de Sobrado. ¿Os acordáis de ese incidente?

Bueno, pues desde entonces, lo máximo que me preguntan, respecto a la mar, es si la marea sube o baja (entrante o vaciante), y así y todo van a comprobarlo, ya que no se fían ni lo más mínimo. Son unos exagerados.

-R: ¡No me extraña nada chachu! ¡Es que lo tuyo fue muy gordo! ¿No lo ves así?

-F: ¡Y a mí que me cuentas! Podríais dejar de criticar y explicarme como eran los toques de La Rula. ¿No?

-C: ¡Vamos a ver! Antiguamente y, antes de que se instalara la sirena de La Rula, los avisos del pescado que entraba, se hacía por medio del repiqueteo de una campana, que allí había colocada. Los toques eran los siguientes: Un toque para el pescado variado, entre ellos el bonito, dos toques para la sardina, y tres toques para el bocarte. Y era así, porque estas tres capturas eran las más importantes, y las que podían hacer ganar más dinero a los marineros, pues junto a su gran calidad, estaba la ingente cantidad con que se pescaban.

Cuando se instaló la sirena, los toques fueron los mismos, pero más tecnificados. ¡Cosas de la Civilización!

Solamente había un día, en que La Rula tocaba sin que de por medio estuviera la pesca, y a su majestuoso sonido le acompañaban las sirenas de todos los barcos que se encontraran en el puerto. Esos momentos eran sobre las 12.00 h del mediodía del “Sábado de Gloria”, para celebrar de esa forma tan marinera, la Resurrección del Señor.

Posteriormente también se crea esta situación, cuando durante la Procesión de la Virgen de Guía, su venerada imagen al llegar al puente se encara a la Mar. Es un momento realmente emocionante.

-R: El que me ha venido ahora a la memoria, fue ese personaje, el sacerdote Don Tomás Gutiérrez Herrero, íntimo y admirado amigo de todos los marineros llaniscos y del que había un cuadro que estaba colgado en La Rula; cuadro que fue respetado inclusive durante la Guerra Civil y que más tarde desapareció cuando repararon la mencionada Rula. ¿Qué habrá pasado con este cuadro? ¿En poder de quien estará ahora?

También se descolgó, durante la reparación del edificio, la famosa campana, sin que haya vuelto a aparecer. Es una pena que se pierdan estas cosas.

-F: ¡Home “Tiu Pepe”, buenos días!

-TP: ¡Buenos días amigu!

-P: También estaba recordando aquellos postes embreados, que había en el muelle, y de los que colgaba un cartel que decía: “Prohibido dar pesca”.

-F: O sea, que no se podían llevar nada de pesca. ¿No es así?

-TP: Bueno, casi, porque lo que hacían era ondear un pañuelo para pedirlo, así no contravenían la ley al demandarlo de palabra, aunque que realmente solo se le daba pescado a dos personas, que venían a buscarlo, a la hermana María, del Asilo de Ancianos (una mujer que debería estar en los altares, pues fue una verdadera Santa), y a Pablito, que venía del Hospital. Por cierto, que, a Pablito, le tocó una vez la Lotería y lo primero que hizo fue comprar una TV para dicho Hospital.

-P: La vida, para muchos, no fue nada fácil en esa época y si quieres podemos hablar de una serie de personas, en su mayoría mujeres, que con unos arrestos que muchas veces superaban a los de los hombres, trabajaron mucho y muy duro para ganarse el sustento con el que levantar una familia, y dar de comer y educar a unos hijos, muchos de los cuales, hoy en día, están ocupando puestos de trabajo, que sus padres no hubieran podido ni llegar a soñar.

Es verdad que los marineros trabajaron muy duramente en las artes de la mar, pero no es menos cierto, que ellas, sus madres, mujeres e hijas, los superaron muchas veces, tanto en el trabajo, como en la administración de los escasos caudales familiares.

-R: La Rula se abría a los 8:00 h. de la mañana y se cerraba a las 12:00 h. de la noche. A la venta que allí se efectuaba, acudían entre 50 y 60 mujeres, las cuales (estamos en los años 40), pagaban 2 pesetas diarias al Ayuntamiento, que los recaudaba por medio de un guardia municipal, para conseguir el permiso que les permitiera efectuar su labor de reventa.

Donde actualmente se encuentre hoy El Siglo, estaba antiguamente ubicada la llamada “Casa de España”, donde tenían su sede la Falange y los Sindicatos, y en donde se colocaba un cartel, para información al público, con los precios de venta del pescado que aquel día había entrado en puerto.

Era obligatorio para las mujeres que se dedicaban a vender el pescado por Villa y pueblos, el llevar colgados al pecho y a la espalda unos carteles con el precio a que estaban autorizadas a vender su mercancía. La diferencia entre el precio de compra en La Rula y el precio a que ellas lo vendían, era el escaso margen de beneficio que les quedaba. Por cierto, el pescado que se llevaban de La Rula, lo pagaban en la misma cuando regresaban tras haberlo vendido.

-R: Podríamos hablar del “plomín” … ¿Oíste?

-T: ¡Déjate de plomines o plomones!… ¡Eso ya pasó!

-F: ¿Qué era eso del plomín?

-R: Pues consistía en coger un plomo pequeño y…

-C: Cada mujer y, de una manera tácita, se hacía cargo de un pueblo para ir a vender su mercancía, como eran Pancar, Celorio, La Borbolla, Colombres e inclusive hubo mujeres que llegaron hasta Vibaño y Cabrales. Todos estos recorridos los hacían a pie, cuando no encontraban otro medio mejor de locomoción, los cuales en aquellos tiempos no eran nada fáciles de conseguir.

-F: Casi todas vivían en el Barrio Bustillo, ¿no?

-P: ¡No! … ¡Bueno! La mayoría vivían el Barriu, pero había muchas repartidos entre La Moría, Santa Ana, el Fuerte y el Muelle.

-F: ¡Por cierto! Con el cuento de la bajamar… ¿Como se llevaba el pescado de las lanchas a La Rula?

-TP: ¡Pues mira! La mayoría de las veces las cajas del pescado las llevábamos a brazos, “a puru chalecu”. Otras veces, cuando había cantidad, se encargaban de ellos unos carreteros.

– F: ¿Quiénes eran? ¿Había muchos?

-TP: Había varios, pero entre otros,podríamos nombrar  a Rafael (el “Ximcu”), Juan Lechuga, Chobero, Cayo, Juanito Dorado y algunos otros más, que en este momento no recuerdo.

-F: Y de las mujeres… ¿Que más podríamos contar? ¿Quiénes eran?

-R: ¡Eso es para largo! Había muchas, y si pudiéramos hablar con alguna de las que quedan… pero…

-C: ¡Pues mira!… Por el muelle viene Tonina… ¿Por qué no la llamáis?

-F: ¡Tonina!… ¿Prestaríate sentarte un poquitín con nosotros?

-TO: ¡Buenos días a todos! Qué queréis, ¿Eh? Que voy algo azotada.

-C: Estábamos hablando de las pescadoras y pensamos que nos podías contar algo de ellas y de aquellos tiempos “gloriosos”.

-TO: ¡Ay hiju! ¿Qué queréis que os cuente? Fueron tiempos muy duros, pero que muy duros, no os lo podéis ni imaginar. Se trabajó mucho y en muy malas condiciones.

Todavía me acuerdo cuando íbamos a La Rula y el ruleru Gabino, sacaba los números del bombo y según salían los números íbamos cogiendo el pescado. Por cierto … ¿Sabíais que el pescado lo pagábamos a la vuelta, después de venderlo? Y… ¡Válgame, Dios a la que no lo pagara! … ¡La ponían verde del todo!

Las cajas, las llevábamos sobre la cabeza y todavía parece que estoy sintiendo las llagas que nos producía el “rueñu”. Llagas que teníamos que curar mientras descansábamos junto a los murios que encontrábamos en el camino.

¡Lo que cambió la vida! Fijaros que el pescado lo lavábamos en la Fuente de la Magdalena, eso sí había tiempo, porque si teníamos prisa, lo lavábamos todas juntas en El Riveru. ¿Os imagináis que pasaría si hoy día se hiciera eso?

-F: ¿Nos podrías decir el nombre de alguna que recuerdes?

-TO: ¡Ay fiu!, Fueron muchas, pero vamos a ver… Me acuerdo de Chelo, que iba a Porrua y Amalia que llegaba hasta Parres y La Pereda. Eso lo hicieron todos los días durante varios años, hasta que después Chelo se quedó en la Villa y Amalia entre Boquerizu y La Borbolla.

-F: ¿Alguna otra más?

-TO: ¡Si hiju, muchas más! Rosario, Justa, Pepona, Maria “La Quiroga”, Josefa “La de Carrandi”, Ángeles y Concha “Las Carrilanas» unas de las mejores vendedoras de la Villa, Emilia y Elisa “Las Colillas», Chelo “La Pita” y su suegra Esperanza “ La Camará”, Rosario “La de Manzanu”, Amalia Monarri, Tina “La Morisa”, Sarina “La Tiba”, Pilar “La Parrada”, Milia “La de Josein”, Tina “La Chirca”, Yoyi “La de Garbanzu”, Pepa “La Santanderina”, la que según cuentan tenía la voz más potente de todas, Josefa “La Tiva”, Anastasia “Tasia”, Paquita “La de Tisto”, Consuelo “La Redonda”, María y Anita “Las Pecas”, Salud y Marina “Las Patiñas”…

-TP: También estaba “La Pita”, que perdió dos gochos en La Guía, pero que esa es una historia que ya os contaré.

-TO: “La Romualda”, que bien tempranín, nada más coger el pescado, tomaba una copina en Casa Ángel y luego… ¡Tira que tirarás!, marchaba andando hasta Onís y Cabrales. Anita “La Chata” y la su hija María Gloria “La de Ríos”, que vendía el pescado por el Valle de Ardisana. Por cierto, que Anita tenía un perro, que siempre andaba a tarascadas con unos gochinos que estaba criando en un cubil en La Guía. Tan harta llegó a estar de ver a los probitinos animales todos mordidos, que un día cogió al perro y se lo llevó hasta Cabrales, donde lo dejó en la casa de unos conocidos. Su sorpresa fue cuando al llegar a la Villa, de regreso, se encontró al perro que la estaba esperando a la puerta de la casa. Había vuelto antes que ella.

Y así otras muchas que en estos momentos no me acuerdo, pero que junto a nosotras pelearon y lucharon por defender y levantar a sus familias en tiempos que creo será mejor olvidarlos. ¡Ya pasaron!

-F: De todas ellas… ¿Queda alguna en activo?

-TO: ¡Pues sí! Está todavía trabajando, y mucho, Carmen “La de Martín”, que tiene un puesto en la Nueva Plaza de Abastos, que le ha concedido el Ayuntamiento hasta su jubilación.

-F: La conozco, y puedo deciros pues es una gran persona a la que tengo mucho cariño, así que, desde aquí, a desearle todos mucha salud para llegar a la jubilación, y mucha más para disfrutar de su retiro, que bien lo merece.

Creo que esta tertulia nos ha salido un poco larga, pero debemos estar satisfechos, pues debería servir de homenaje a todas esas mujeres, que en silencio (bueno, si se les podían llamar silenciosos a los momentos en que se las “tenían” unas con otras), trabajaron y lucharon hasta conseguir posiciones en la vida que sirvieron de punto de partida para que sus sucesores encontraran una vida más agradable.

Creemos que Llanes debe estarles agradecida y recordarlas “PER SEMPITERNUN, JAMÁS, AMÉN”, como constantemente nos recuerdan los mil rincones de nuestra Villa.

-F: Por cierto, todavía no me habéis contado en qué consistía el puñetero plomín.

-R: ¡Mira que eres pelma! Pero bueno, voy a contátelo. El asunto consistía en que antes de…

-T: ¿Vámonos p´a La Barra? … ¡Pues andando, que para luego es tarde!

Buena Mar y hasta la vista amigos.

Fernando Suárez Cué

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