En el libro “Llanes y la Mar”, recoge Luis Fernández Trespalacios que entre los marineros era costumbre hablar con las lanchas como si tuvieran vida y sentimientos.
No era extraño escuchar: “No metas ruido que esta lancha nos puede oír”. Y, también, era bastante corriente pintarles ojos en las amuras; y en la línea de flotación, hacia la proa, dibujar un rizo que simulaba un bigote.
A ese hilo, recordaba a un viejo, bueno y cariñoso marinero, de aquellos que andaban en traineras. Se llamaba José Cué, “Pin”, el cual, antes de dirigirse a su casa en Cimadevilla, acostumbraba a despedirse de la lancha diciendo: “ No tengas miedo, bobona, que no te dejo sola”; y, además, le echaba flores: “ Tú eres la más ligera y la más marinera”.
Imagen, Valentín Orejas
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