Ictiocuriosidades. 

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Desde la noche de los tiempos, los seres vivos han aprendido a relacionarse con los de su especie, o con otras ya sean depredadores o presas, para conseguir una serie de diferentes fines.

En este caso vamos a hablar de una de las especies marinas que usan un sistema por si más que curioso.

Estamos hablando de la sardina, o de su primo el arenque.

Veréis.  Este simpática “flecha de plata”, usa para relacionarse con su entorno, y cuando lo cree necesario, sus propias ventosidades (en “Santana” y La Moría los llamábamos “cuescos”), aunque también hay quien dice que parece que también lo usan los arenques, utilizando dichas las flatulencias para «hablar», unos con otros sin alertar a otros peces, que no conocen ese “argót”

Según nos explica “National Geographic”, cuando el pez realiza una flatulencia, las burbujas que emanan emiten un sonido de alta frecuencia sólo audible para sus congéneres, que utilizan dicho sonido para formar «bancos protegidos» en la noche y así ayudarles a mantenerse a salvo de sus múltiples y terribles depredadores nocturnos.

Como vemos, algunas acciones significan más para los peces de lo que pueden decir las palabras.

¿Os podéis imaginar, ni por un momento que los seres humanos utilizáramos la flatulencia como una forma de comunicación? 

¡Pufs!  No se vosotros, pero yo no quiero ni pensarlo.

Pero no seamos tan escatológicos, e informémonos de que, el gas emitido por estos animales no es causado por el proceso que se ocasiona en su aparato digestivo, sino que tal como descubrieron los doctores Magnus Wahlberg y Hakan Westerberg, del “Instituto de Investigación Costera de Suecia”, concluyeron que estas flatulencias de la especie Clupea harengus” no proceden del proceso de la digestión sino de la vejiga natatoria, ya que estos peces tragan el aire de la superficie, lo almacenan en su vejiga natatoria y lo emiten a través de una pequeña abertura cerca de su ano. 

Grabaron la salida del gas y descubrieron que era un gorjeo periódico, con una duración de entre 32 y 133 milisegundos, y se emitía en series de 7 a 50 repeticiones.

Por lo tanto, por su definición formal, estos “pedos” no son técnicamente flatulencias., son eso…lo que sean.

Claro que como siempre que intervenimos en la Naturaleza la “amolamos”, pues distintos científicos, estudiosos del tema, han estado transmitiendo sus preocupaciones sobre el posible impacto de la contaminación acústica en la conducta de comunicación de peces. 

El ruido del motor de los buques o las prospecciones sísmicas para encontrar petróleo podrían interferir no sólo en el oído del arenque, sino también con aquellos que se alimentan de ellos, como delfines y ballenas, pues dichos animales dependen de la audición de estos «pedos» para encontrar su alimento.

Y ahora una jocosa anécdota, porque creo que tiene “miga” o “gases”, como prefiráis.

A mediados de los 80 no se conocía este mecanismo aerofágico de los arenques que cuando les da por soltar aires esto también puede generar un ruido considerable, un extraño ruido, que incluso alarmó durante años a la “Vigilancia Costera” de la Armada sueca, como si fueran los motores de submarinos nucleares espías soviéticos, en una misión hostil de “vaya usted a saber”, dando al final lugar a un amago de conflicto diplomático entre Suecia y Rusia en 1994, ya que al parecer el primer ministro de la época, Carl Bildt (quien posteriormente fue el ministro de Relaciones Exteriores de Suecia), escribió una airada carta a Boris Yeltsin pidiéndole explicaciones sobre intrusiones en sus aguas territoriales.

“Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”.

Buena Mar y hasta la vista amigos.

 

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