José Ramón Sordo Álvarez, que era prudente, serio, reflexivo y coherente, pero sobre todo generoso, nació en Llanes el 7 de marzo de 1885, localidad donde ejerció como médico durante toda su vida.
Era hijo de Juan Sordo Mijares y Ángela Álvarez Díaz, conocida popularmente como “La Rubia”. La gran personalidad de aquella mujer dio nombre a toda la familia, ya que los llamaban los de “La Rubia”. Estudió en el Colegio de la Encarnación, después en el de la Inmaculada de Gijón, licenciándose en Medicina en la Facultad de Santiago de Compostela y realizando el doctorado en Madrid.
De regreso a Llanes, se entregó plenamente al ejercicio de su profesión, organizó su propio laboratorio con microscopio incluido, e instaló los primeros rayos X que se conocieron en la villa.
Su sólida preparación, sus inquietudes intelectuales y su interés por estar al día en los avances, le convirtieron en un profesional muy competente, destacando como internista, infectólogo y pertinaz seguidor de la enfermedad tanto en la consulta como en las visitas a los domicilios.
Ocupó distintos cargos: Director del Laboratorio Municipal, Presidente de la Junta Local de Sanidad, vocal del Colegio de Médicos y al tiempo fue el facultativo de la Cofradía de Pescadores de Llanes. Además, ejerció como forense.
Una de sus actuaciones más recordadas tuvo lugar durante la devastadora epidemia de gripe que se vivió tras la Primera Guerra Mundial.
Se casó, ya en edad madura, con María Luisa Sordo Castañares, el 2 de mayo de 1925.
Fue conocido como “el médico que no cobraba”, pues atendía gratis a quienes tenían más dificultad para acceder a la sanidad, y acostumbraba, con gran discreción, a ayudar a aquellos que no podían comprar los medicamentos.
Murió en el año 1958, y un grupo de vecinos inició los trámites para su beatificación ante el Vaticano. De momento, una pequeña plaza de la Villa lleva su nombre.
Imagen, “El Oriente de Asturias”
0 comentarios