A los desvelos de la pesca artesanal relativos a la falta de relevo generacional y recorte de cuotas, se suma la subida del gasoil.
El litro de combustible para el sector pesquero roza ahora los 60 céntimos de euro, casi el doble de lo que costaba en el mismo mes del 2020: 36 céntimos.
De prosperar, lo que demanda la Organización Mundial del Comercio (OMC), es decir que las exenciones fiscales y bonificaciones al combustible profesional sean consideradas subvenciones nocivas que alientan la sobrepesca y la actividad ilegal y, por lo tanto, deben ser prohibidas, el sector pesquero está perdido.
Si un barco pesquero tiene que abonar el combustible igual que lo que paga un turismo, supondría que la pesca de bajura vería reducido su beneficio en torno al 20%.
Y todo ello, sin tener en cuenta que la pesca es la producción de proteína animal con menor huella de carbono, que ya ha reducido un 48% sus emisiones y que, a mayor abundamiento, el consumo del gasoil de la pesca supone solamente un 0,2%,
Y por si fuera poco lo de Ginebra, Bruselas, en su meta de reducir emisiones, prepara un impuesto a los combustibles fósiles, que según se calcula gravaría con 14 céntimos los cien litros de combustible.
Además, el Ministerio de Transición Ecológica diseña una hoja de ruta para la energía eólica marina, esos gigantescos molinos que invadirán las zonas en las que se pescan rapes, merluzas, besugos, fanecas, con las que se alimentan saludablemente a la población.
Inmersos en esta pesadilla, comenzamos el Año Internacional de la Pesca Artesanal.
Fuente: “Quemados por el combustible”
Imagen, Valentín Orejas
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